Héctor Germán Oesterheld Historietas del mundo con sabor argentino
Héctor Germán Oesterheld

Un día como hoy pero de 1977 la dictadura desaparecía a Héctor Germán Oesterheld, uno de los más grandes guionistas de historietas de Argentina, escritor, geólogo y ex trabajador la Dirección Nacional de Minas y de YPF.
Su vocación literaria lo llevó a dejar esos lugares lejanos e inhóspitos de la minería e ingresar a un mundo inédito. Comenzó como corrector en el diario La Prensa, trabajó como traductor y en 1943 publicó su primer cuento infantil, Truila y Miltar, en el suplemento literario del diario donde corregía. Luego trabajó en las editoriales Codex y Abril, donde escribió relatos infantiles y obras de divulgación científica. En 1947 ingresó al Banco de Crédito Industrial Argentino (BCIA) como analista de muestras de metales preciosos y, simultáneamente, continuó escribiendo. Ese mismo año se casó con Elsa Sánchez con quien tendría cuatro hijas. 
De esa época son sus libros La aventura del petróleo, que firmó con el seudónimo Héctor Sánchez Puyol, La vida de los animales prehistóricos, en el que explicaba la formación y el modo de preservación de los fósiles y La extraordinaria aventura de la Tierra, que firmó bajo el nombre de Germán de la Vega.  
En 1950 la editorial Abril le ofreció dirigir la revista de historietas Misterix y abandonó su puesto de técnico del Departamento de Ingeniería Minera en el banco. Inició un lazo con las historias ilustradas que no cortaría más. Sus primeros guiones de historieta los escribió para la revista Cinemisterio. Cobraron vida “Alan y Crazy”, “Lord Commando” y “Ray Kitt”. También publicó cuentos en la revista española de ciencia ficción Más allá. Pero llegó 1952 y nació su primer gran personaje: el piloto de pruebas Bull Rocket, con dibujos del italiano Paul Campani. 
En 1953 creó al “Sargento Kirk”, con ilustraciones del italiano residente en Argentina Hugo Pratt. El personaje era un desertor del mítico Regimiento 7 de Caballería que se había afincado en el Rancho del Cañón Perdido y vivía con amigos tan periféricos como él: Maha, un indiecito sobreviviente de la masacre a la tribu Tchatoga; El Corto, un ladrón de caballos retirado, y Forbes, un médico alejado de su vicio (el alcohol), que relataba las historias. 
En esos tiempos la historieta era un género muy popular, leído por los niños/as y adolescentes (los mayores lo hacían a escondidas) pero seguía siendo un arte menor. Oesterheld le dio otro volumen, otro peso específico. En 1955 fundó junto a su hermano la editorial Frontera mientras colaboraba con “Rayo Rojo”, donde incorporó al personaje de “El indio Suarez”, boxeador aguerrido. La popularidad crecía y Oesterheld y editorial Frontera comenzaron a ser una referencia popular y a romper la trama generacional de lectores.
Se sumaron una buena cantidad de personajes: “Ticonderoga Flint”, dibujada por Hugo Pratt, “Randall, the killer”, con dibujos de Arturo del Castillo, “Sherlock Time”, inesperado salvador de un jubilado de San Isidro en el momento de morir a quien le exige un lugar en la torre de su casa para instalar una nave espacial, con ilustraciones de Alberto Breccia o “Rolo el marciano”, un maestro de Buenos Aires y presidente de un club de barrio que decide con sus amigos enfrentar una invasión de extraterrestres, dibujada por Francisco Solano López.   
En 1957 apareció la revista Hora Cero con otro personaje mítico: “Ernie Pike”, historieta bélica ambientada en la Segunda guerra mundial donde el personaje solo relataba historias. Lo novedoso fue que no hablaba de buenos y malos como la historieta clásica. Contaba los dramas de ser soldado. El desquicio que producía. Historias trágicas de personajes que mataban a sus amigos por error o por imaginar una traición o que eran heridos terminales, de soldados que se volvían locos o que buscaban ser asesinados para no sufrir muertes peores. Transformó en arte su rechazo a la guerra, dio rienda suelta a su pacifismo. 
El 4 de septiembre de 1957 nació su gran obra: “El Eternauta”. Fue un quiebre en la vida del cómic. Las aventuras ya no eran patrimonio de los estadounidenses o franceses, podían ocurrir en nuestro suelo. Los argentos podíamos enfrentar al invasor, tener héroes cercanos, que pelearan en lugares conocidos y, además, agregó un detalle inesperado. Los finales podían ser dramáticos, tristes, derrotas plenas. 
La formidable historia de Juan Salvo “El Eternauta”, la invasión extraterrestre, la nevada mortífera, el profesor Favalli y su traje aislante, “Mosca” el historiador que no deja de tomar nota, Franco el valiente tornero, Pablo el pibe de la ferretería, la primera batalla en General Paz y Libertador contra los “cascarudos”, la toma del estadio de River Plate transformado en el centro de operaciones para los defensores de Buenos Aires, el “Mano” dirigiendo a los invasores desde Barrancas de Belgrano, la marcha desde Pampa y Cabildo hacia el centro de la ciudad, el ataque ilusorio que crea confusión y caos en la rotonda de Plaza Italia, el cuartel general de los invasores en la Plaza del Congreso, los enormes u terroríficos “gurbos”, el error de Juan y su viaje a la dimensión desconocida buscando a su familia, el cierre alucinante de la historia.
Historieta con literatura, cercanía que produjo emoción y simpatía, la idea de estar en el futuro y presagiar la historia por venir, la posibilidad de atravesar tiempo y espacio, la convicción del héroe como sujeto colectivo y no, Superman. Eso fue “El Eternauta” con guión de Héctor Germán Oesterheld e ilustraciones de Francisco Solano López. Duró dos años y sacudió la modorra urbana. 
Luego hubo otros personajes como "Mort Cinder" el hombre eterno, el “Indio Watami” el joven guerrero cheyenne, “León loco”, “Lord Pampa”, “Ronnie Lea el muertero” y “Tornado” para la editorial Zigzag de Chile, la biografía ilustrada del Che Guevara (prohibida de sobrepique y cuyos originales fueron secuestrados por la dictadura de Onganía), “Artemio el taxista de Buenos Aires”, “Russ Congo” o el relato “La guerra de los Antartes”, otra incursión extraterrestre que monta su base de operaciones en la Antártida Argentina. En 1975 se incorporó a Ediciones Record y creó sus últimas historietas: Nekrodamus, Loco Sexton, Wacantanka y Galac Master. 
Su adscripción política a Montoneros no implicó ninguna acción armada pero sí, un odio acérrimo de los militares que pusieron especial crueldad en desaparecerlo y diezmar a su familia. Desde la clandestinidad continuaba produciendo obras hasta que llegó ese día trágico en La Plata. Ya habían secuestrado y desaparecido a sus cuatro hijas: Estela (25), Diana (24), Beatriz (19) y Marina (18), dos de ellas embarazadas y, también a tres de sus yernos. Una obra macabra que intentó acallar las enseñanzas de sus historietas, la belleza de las historias de personajes que pisaban nuestras calles, que tenían nuestros nombres, que luchaban contra invasores y dictadores. No lo lograron, ni ahí…
Gracias Oesterheld!! Por tus crónicas ilustradas por maestros como vos, por tu sencillez para relatar a los héroes colectivos tan cercanos como conocidos, por incorporar a los adultos/as al comic, por tu entrega, por tu vigencia popular. Un hermoso integrante de nuestra popular imaginaria…
 

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