ARGENTINA FUE UNA FIESTA
messi

Dijeron e hicieron todo lo posible y más para que no se diera. No les importaba nada, ni la ilusión de pibas y pibes, ni la esperanza de los grandes. Argentina tenía que perder… pero como decía una canción: juntos y en la calle somos mucho más que dos, y fuimos campeones mundiales… y festejamos.

Ellos, los odiadores seriales no querían que nuestro pueblo sea feliz. Los asesores de marketing les decían que un festejo popular huele a peronista ¡mirá vos!, lo que necesitaban era «mufa», resentimiento, bronca, para endilgarle todo al gobierno, porque ésta era la politización que querían. No se podían «bancar» un fin de año sin una calle opositora y con un mundial perdido, por eso, para ellos la noticia era que dos desubicados saltaron al micro o que siete personas se subieron sobre un patrullero, pero silenciaron que hubo 5 millones de personas que expresaban su felicidad, tal como siempre lo hizo nuestro pueblo: en la calle.

¿Cómo entender que todas esas personas produjeran ese hecho? En la avenida 9 de julio había dos mujeres con una bandera que decía: es un sentimiento, no trates de entenderlo (¿sabiduría de género?). Esa es la clave: nadie festejaba el triunfo que obtuvieron otros, sino que era «nuestro» triunfo, ahí surgía con fuerza lo que Scalabrini Ortiz llamó el espíritu de la tierra. Si ese sentimiento no está, lo sucedido es incomprensible y vulgar, frente a lo cual nos viene a la memoria María Elena Walsh: muchachos de los grupos de Clarín y La Nación, no es lo mismo ser profundos que haberse venido abajo, por eso puede mandar Juan Pablo Arenaza (reemplazante de Gerardo Milman como jefe de campaña de Bullrich) un twitter después de dos días inolvidables con una chicana de su propia interna. Hasta ahí les llega el seso.

No hay «focus group» que lo exprese. Lo que hubo fue el resultado de la confianza en nosotros mismos, del aguante hasta apretar los dientes en la adversidad y la esperanza de que vuelvan los días felices. No perdamos más tiempo en contestarles, quedémonos con los cantos que invocaban nuestros mitos y los pibes de Malvinas (de los que ellos reniegan). Alguno podrá decir que esto es un optimismo panglosiano, de ninguna manera, cuando se está dispuesto a transpirar la camiseta se deja el cuero en la cancha. El pesimismo, como las dudas, es un atributo de quienes hacen gala de pseudo intelectualidad, de los descreídos.

Ahora queda en nosotros, quienes militamos en el movimiento nacional, popular, democrático y feminista al que hace 77 años que llamamos peronismo, averiguar si estamos a la altura de las circunstancias. No solo los dirigentes sino cada uno de nosotros

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