Crónica de un día agitado
Piano

La pulseada entre el gobierno y las grandes corporaciones empresariales.

Durante una escena de la cuarta temporada de "La casa de Papel", el personaje que encarna Rodrigo de la Serna "Palermo", le dice a Sergio, el "profesor": "El verdadero caos, no hace ruido" y como si se tratase de una especie de "remake" del "poder como guerra silenciosa" en Foucault, dicha frase dio en la tecla de lo que venimos presenciando en nuestro país.

La presión por revertir el aislamiento social, preventivo y obligatorio decretado por el gobierno, no es nueva.

Comenzó cuando se tomó la resolución por el Ministerio de Trabajo, de otorgar las dispensas (es decir, el permiso): trabajadores que formen parte de los grupos de riesgo del Coronavirus.

Fue el viernes 13 de marzo. Se suspendieron las clases y quienes tenían hijes, tuvieran más de 60 años y/o tuvieran enfermedades crónicas respiratorias, inmunodeficientes o diabetes, tenían permitido ausentarse de sus tareas.

El lunes siguiente, 16 de marzo, Swiss Medical sacó una circular interna, diciéndole a sus empleades que les iba a descontar los días a aquellas personas con hijes, que no concurrieran a trabajar. Allí comenzó una verdadera presión empresarial para suspender, descontar días, rebajar sueldos y despedir a quienes se tomaran las dispensas del Ministerio de Trabajo. Por ello, el miércoles 18 de marzo, el Poder Ejecutivo de la Nación decretó, ante esa presión, el “Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio”, exceptuando a aquellas actividades esenciales tales como: trabajadores de la salud, recolectores, trabajadores de la alimentación, logística, expendio de alimentos, etc. Haré ahora, una mención especial sobre las actividades bancarias: se permitió la carga y descarga de cajeros automáticos, se impulsó el teletrabajo para que los bancos pudieran responder de manera remota los pedidos de sus clientes, se quitaron trabas burocráticas al otorgamiento de cheques y se quitaron comisiones para que se pueda operar en cualquier cajero. La principal actividad bancaria que no fue declarada esencial, para evitar contagios, (es decir, que grupos de riesgo se movilicen y que también baje el tránsito de Provincia a Capital), fue la atención al público. Esto fue consensuado, incluso con el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires: Horacio Rodríguez Larreta.

La medida de aislamiento social fue bien recibida por el conjunto de la sociedad, a tal punto que la imagen de Alberto Fernández, creció a niveles “record” para un dirigente político. La encuestadora macrista M&F, midió la imagen positiva de Alberto en un 91%.

Las alarmas de los medios de comunicación opositores (o antiperonistas) se encendieron, comenzaban a imaginar unas futuras elecciones legislativas, donde el desempeño del gobierno, basado en esa imagen positiva, resultara incontestable.

Como respuesta, la primera presión por parte de los grandes empresarios fue socialmente imperceptible; los bancos no cumplieron los acuerdos de fomentar el teletrabajo, no entregaron tarjetas de débito a quienes no la poseían y no implementaron medidas para que las personas sin tarjeta de débito pudieran obtenerla. Tampoco habilitaron canales de atención, ni contrataron “call centers” para la atención a sus “clientes” y en los sistemas de atención no había opciones para solicitar las tarjetas.

Este hecho, fue siempre denunciado por los trabajadores bancarios mediante su organización sindical, quienes le exigían a sus patrones que implementen las medidas e inviertan dinero en posibilitar el acceso a la tarjeta de débito de aquellos que buscaban obtenerla.

El segundo momento se generó el viernes 27 de marzo. El gigante transnacional de origen argentino “TECHINT”, del empresario ítalo-argentino Paolo Rocca, anunciaba el despido de 1400 trabajadores, y luego (el amigo del alma de Macri) Nicolás Caputo anunció el despido de 700 laburantes de sus empresas de la construcción. En los dos casos se trataba de empleados de la construcción. Mientras, la UOM denunciaba la presión de empresarios para que sus afilados concurran a trabajar y la actividad completa fuera declarada esencial.

Como respuesta, gobierno nacional prohibió los despidos por 60 días en el marco de una batería enorme de medidas distributivas, impositivas y crediticias tendientes a sostener la actividad económica en todo el país. Medidas regulatorias de la economía que implicaron quemar los papeles del pensamiento neoliberal y que a ningún empresario le gusta que un Estado tome, porque implican avalar la potestad del Estado para regular y direccionar la economía. Se impulsaron entonces “cacerolazos” (nada espontáneos) pidiendo que el empleo público y los funcionarios se bajen los sueldos, pero el alcance fue escueto. La única presión que les quedaba hacer a los empresarios, entonces, era presionar sobre el bolsillo de la gente y esa llave maestra la tiene un actor esencial: los banqueros.

Los dueños de los bancos presionaron hasta más no poder para que abrieran los bancos. Para esto, participaron todos los comunicadores de todos los canales de noticias, que hasta salieron a mal informar diciendo que se abría la atención desde el miércoles pasado. Se creó una psicosis generalizada y comenzaron a mostrar colas en los cajeros automáticos: la estrategia (jugando con la necesidad de les que menos tienen) era clara: “miedo, miedo, miedo”.

Inmediatamente por medio de un comunicado, trabajadores bancarixs alertaron sobre la situación e informaron sobre propuestas de mejora de atención, sobre todo de adultes mayores. Alertaron sobre la necesidad de distribuir los pagos de la seguridad social, que la actividad bancaria debe ser solidaria, para que cualquier beneficiario de la seguridad social, pueda cobrar sus ingresos en cualquier banco y en cualquier sucursal (no necesariamente, en la que figura como cliente).

El Banco Central, por su parte, operó de buena fe (quizá de manera bastante ingenua), basado en el compromiso de los dueños de los bancos de subsanar todas las fallas, en aras también de evitar nuevos conflictos con el sector empresario. Pero la trampa ya estaba armada.

Los canales de noticias mostraron fotos de la gente, (sobre todo adultes mayores), haciendo colas desde la noche anterior a la apertura de los bancos para cobrar sus ingresos. El sindicato, por su parte, pedía que vayan sólo quienes no tuviesen tarjeta de débito y que se atienda sólo a beneficiaries de la seguridad social, pero nada de eso ocurrió. Las imágenes elocuentes de ocho cuadras de cola en localidades como Avellaneda, José C. Paz, Quilmes, San Justo, Lomas, Moreno, ganaron la mañana. Llamativamente, nadie reparó que, en casi todos los casos, era la fachada del mismo banco, ese que tiene nombre de instrumento con teclas blancas y negras, de capitales italianos (¿Tan italianos como el dueño de Techint?); un banco que era una casa de cambios, acostumbrada a manejarse tanto en el sistema formal como en el sistema oscuro de las actividades que no se registran en asientos contables.

Distintos informes que circulaban informando sobre el resultado sin inconvenientes y de manera exitosa de la atención en bancos públicos y las imágenes, incluso, de adultes mayores, sentados en sillas en forma cómoda y a distancia sanitaria correspondiente, no circularon llamativamente por la mayoría de los medios de comunicación. Por ejemplo, en el Banco de la Provincia de Buenos Aires, se les pudo abonar los beneficios a todas las personas que lo solicitaron sin que quedaran prácticamente pagos pendientes.

Si tenemos en cuenta, entonces, el nivel de conflictividad entre el sector empresario y el gobierno, (o dicho en forma clara: la presión del empresariado y su poder fáctico para levantar la cuarentena), y si también tenemos en cuenta, que el mayor número de conflictos durante la atención al público de los bancos se dio en los bancos privados, podemos inferir como una conclusión posible que hubo un boicot del sector empresarial en esta pulseada contra el gobierno y las medidas sanitarias que, a la hora de elegir, a quien proteger en este escenario crítico, ha dado sobradas muestras de que se encuentra del lado de los trabajadores y de los sectores más vulnerables.

 

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