Un día como hoy pero de 1821 se despedía Enrique del Valle Iberlucea, político, periodista y abogado argentino (de origen español) que el voto del pueblo de la ciudad de Buenos Aires convirtió en el primer senador socialista de América.
Nació en 1877 en Castro-Urdiales, Cantabria. Hijo de María Iberlucea y de Epifanio del Valle, de profesión pescador. En 1885 emigró con su familia a la Argentina y se radicaron en Rosario. Cursó sus estudios primarios en esa ciudad y secundarios en el Colegio Nacional (de la calle 9 de Julio). Desde joven se acercó a la escritura. Fundó el periódico “Fiat Lux”, colaboró con la publicación teórico política llamada “La Revista” y fue redactor del diario rosarino “La Capital”.
En 1895, junto a un grupo de inmigrantes alemanes, fundó el primer centro socialista de Rosario. Al año siguiente se mudó a la ciudad de Buenos Aires. Ingresó como columnista del diario “La Prensa” y se inscribió en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA donde se recibió en 1901. En su carácter de estudiante constituyó el “Centro de Antropología y Sociología criminal”, que coordinó las charlas dictadas por el criminalista Pedro Gori y pronunció su primera conferencia que llamó “Sobre el colectivismo integral”, en la que se acercó al pensamiento socialista. El mismo año en que se recibió, se nacionalizó argentino y se enroló voluntariamente en las filas del Ejército nacional.
Al mismo tiempo, presentó su tesis doctoral “El procedimiento judicial en el Derecho Internacional”. Sus primeros trabajos fueron “Derecho Político”, una crítica demoledora al accionar de la “clase dirigente” y “Fundamentos científicos del divorcio y Teoría materialista de la Historia”. En ese contexto, el Centro Socialista Femenino lo invitó a afiliarse al Partido Socialista, convite que aceptó tiempo después. En 1904 fue colaborador del diario “La Internacional”, órgano de comunicación del sindicalismo revolucionario y se acercó a las posiciones del socialismo marxista. A partir de 1905 se sumergió en el mundo de los asuntos constitucionales (especialmente la división de poderes) y realizó varias publicaciones sobre el tema. Ese año se casó con María Luisa Curutchet que había conocido años antes en Rosario.
En 1908 cofundó, junto a Alicia Moreau de Justo, la “Revista Socialista Internacional” (luego “Humanidad Nueva”). La vinculación entre socialismo y filosofía fue una preocupación teórica que desarrolló regularmente en esa publicación. Otros rasgos fueron su aguda vocación educadora, el peso que le asignaba a la cultura y la difusión entusiasta del ideario socialista.
En 1909 publicó el ensayo “Industrialismo y Socialismo en la República Argentina” (1909) en el que analizó el desarrollo capitalista de nuestro país y elaboró el novedoso concepto de país semicolonial, basándose en algunos conceptos teóricos que había formulado Lenin. Su posición comenzaba a deslizarse hacia una tensión consciente con la ortodoxia socialista del momento.
En 1911 publicó un trabajo titulado “La doctrina histórica de Marx” donde precisó la idea de que los modos de producción se encuentran determinados por los instrumentos de trabajo y el medio en que el trabajador/a vive (la geografía, el clima, el ambiente natural que lo rodea). Fue el antecedente que precipitó su famosa conferencia dictada en el Colegio Nacional llamada “Laboremus” en la que disertó sobre la defensa de los derechos y la dignidad del trabajador/a y la centralidad de la educación para el crecimiento y la emancipación colectiva.
Fue profesor en el Colegio Nacional, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y en la Facultad de Derecho de la UNLP, donde también fue designado secretario general y realizó un profuso trabajo en el área de extensión universitaria.
El 29 de abril de 1913 fue electo senador nacional por el pueblo de la ciudad de Buenos Aires. Alcanzó el 40 % de los votos emitidos y derrotó al candidato radical Leopoldo Melo (29,5%), al conservador de la Unión Cívica Nacional, Francisco Julián Beazley (22%) y al independiente Estanislao Zeballos (8,50%). Hacía su aparición el primer senador socialista de América.
De entrada, el senador radical bonaerense José Camilo Crotto se opuso a su incorporación por considerar que respondía a una "confabulación siniestra de extranjeros”. La respuesta del senador socialista fue breve y contundente: "Allí donde seas padre de familia; allí donde estén tus sufrimientos; allí donde has levantado un hogar está tu patria”. La impugnación no prosperó y comenzó su periplo parlamentario.
Su trabajo fue intenso y disruptivo. Presentó proyectos para derogar las leyes “de residencia” y “defensa social”; para suprimir la pena de muerte; establecer la jornada de ocho horas en los establecimientos industriales, oficiales o particulares; democratizar la elección del Senado y reducir los mandatos a seis años.
Obligó a discutir al pleno y votar en 1918 la ley 10.505 conocida como “Ley de trabajo a domicilio e industrias domésticas” que reglamentaba dicha actividad. Al mismo tiempo, propuso la creación de un “Consejo Económico del Trabajo” donde los trabajadores participaran en el control de industrias y servicios e intervinieran en la planificación económica.
Una preocupación permanente fue la defensa de los derechos de las mujeres. Presentó un proyecto que consumaba la liberación civil y derogaba las funciones tutelares de los maridos respecto a sus esposas. Fue el antecedente legislativo de la Ley 11.357, aprobada en 1926, que amplió la capacidad de las mujeres respecto a la patria potestad, administración y disposición de los bienes propios y el régimen de bienes gananciales en el matrimonio. Otro proyecto anticipatorio fue el que impulsaba la incorporación del divorcio vincular en el Código Civil.
En 1918 presentó un proyecto de reforma de la ley 1920, inserta en el Código Penal, para ampliar la despenalización del aborto cuando éste fuera practicado por un médico y con consentimiento de la mujer, más allá de los casos de riesgo de vida de la madre. Impulsó la no punibilidad en caso de abortos cuando se produjeran con fines terapéuticos, eugenésicos o sentimentales (especialmente, los embarazos no deseados productos de violaciones). En 1919, presentó su proyecto de ley sobre la emancipación femenina, acompañado por la firma de 7000 mujeres, encabezadas por su compañera Alicia Moreau de Justo.
Tuvo una gran participación en los históricos debates sobre el presupuesto de 1915, en la elaboración del Código Penal, contra las transgresiones a las leyes del trabajo, del comercio con los indios y por la creación del salario mínimo; sobre las leyes orgánicas de los territorios nacionales y de la ciudad de Buenos Aires, sobre la ley de educación general, entre otras.
En el plano político, adoptó una posición “aliadófila” frente a la Primera Guerra Mundial (que impulsó como director de “La Vanguardia”) y fue un férreo defensor de la Revolución Rusa iniciada en 1917 y la necesidad de incorporarse a la III Internacional (comunista). Esa posición se discutió largamente en el Congreso partidario del 8, 9 y 10 de enero de 1921 realizado en Bahía Blanca. La propuesta encabezada por Del Valle Iberlucea y Augusto Bunge fue derrotada por 5013 votos a 3650. No lograron su objetivo pero alcanzaron el consenso necesario para que el Partido Socialista iniciara su retiro de la II Internacional.
Su posición pública llegó a oídos del juez federal Emilio Marenco quien le inició una causa judicial por “delito de opinión”, solicitó su desafuero del Senado, la anulación de su carta de ciudadanía y su posterior expulsión del país. Los conservadores y radicales en la cámara alta estaban esperando una excusa para expulsarlo. El absurdo pedido ingresó al Senado, hubo manifestaciones obreras y estudiantiles, incidentes callejeros, actos reivindicatorios a favor del senador socialista pero el cuerpo cerró filas y lo desaforó con el voto de dos terceras partes de sus miembros. Actuaron como lo que eran: una facción del poder dominante y no lo disimularon. Su épica autodefensa fue publicada con el título. “La libertad de pensar. Mi desafuero”. Su difusión generó bronca y desazón en miles de comunes que valoraban su tarea.
Meses después una neumonía y la depresión por su desafuero pudieron más. Tenía 44 años.
Gracias Enrique del Valle Iberlucea! Por tu defensa de las y los de abajo, por tu ética inconmovible, por tu huella militante que sigue construyendo caminos.
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