Louis Pasteur: No existen las ciencias aplicadas, solo las aplicaciones de la ciencia
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Un día como hoy pero de 1895 nos dejaba el químico, matemático y bacteriólogo Louis Pasteur, padre de la microbiología y pionero de la medicina moderna. Hijo del curtidor y sargento del ejército de Napoleón Jean Joseph Pasteur y de Jeanne Étiennette Roqui, concurrió al Colegio Comunal de Dole ciudad francesa en la que había nacido donde no demostró muchas cualidades como estudiante. Le gustaba más el dibujo y la pesca. Quería ser profesor de Arte. 
Realizó sus estudios secundarios en la Escuela Real de Besanzón en la que recibió el título de Bachiller en Letras (1840) y Bachiller en Ciencias Matemáticas (1842) con calificaciones medias.
Su padre lo envió a la Escuela Normal Superior de París en la que ingresó con bajo puntaje. No se convenció, volvió al pueblo, pero fue conminado a retornar rápidamente a Paris a continuar sus estudios. En agosto de 1847 obtuvo el Doctorado en Ciencias con sus tesis sobre química y física; se entusiasmó con las ciencias y comenzó sus investigaciones. A finales de ese año fue designado como profesor de física en el Liceo de Dijon y a principios de 1848 como profesor asociado de química en la Universidad de Estrasburgo, que lo titularizaría en 1852. 
Allí conoce a Marie Laurent, hija del rector de la Universidad, con quien se casó y tuvieron cinco hijos. Solo sobrevivieron dos de ellos. Entre 1859 y 1865 murieron dos de sus hijas de tifoidea, enfermedad producida por alimentos y agua en mal estado y al año siguiente otra hija por un tumor. Estos hechos determinaron, en gran parte, su orientación respecto a la investigación científica. En 1867 sufrió un derrame que paralizó la parte izquierda de su cuerpo; trabajó con un laboratorio móvil y acrecentó su tenacidad y su capacidad de sacrificio.
En 1854 fue nombrado decano y profesor de Química en la Universidad de Lille, en 1857 fue designado director de estudios científicos de la Escuela Normal Superior de París, en 1863 profesor de Geología y Química de la Escuela de Bellas Artes, en 1869 profesor de Química de La Sorbona hasta 1889 en que asume como director del Instituto Pasteur, creado en su honor. Esa intensa vida académica estuvo atravesada por sus investigaciones y descubrimientos que tuvieron fuerte impacto en la salud de millones de enfermos y, también, en la economía real.
Mientras trabajaba en Dijon, resolvió el misterio del ácido tartárico. Demostró que los cristales de ácidos que parecían iguales en su composición, eran diferentes y tenían reacciones distintas ante la acción polarizante de la luz en una solución. 
Más tarde, demostró que la fermentación es originada por microorganismos (como las bacterias) y desarrolló mecanismos de desinfección y esterilización, que sirvieron de base al desarrollo de las técnicas de pasteurización. Descubrió la bacteria que produce la fermentación de la leche y del carácter anaeróbico de algunos agentes fermentativos, en un momento en que la leche y otros productos se pudrían con suma facilidad. 
Transitando ese camino, descubrió que los hongos presentes en los vinos y cervezas producían la fermentación que los avinagraba, malograba su formación y su conservación. Estos microorganismos estaban destruyendo las industrias lácteas y de vinos y cervezas en Francia. Inventó, entonces, un mecanismo que consistía en calentar estos líquidos a una temperatura suficientemente alta durante un minuto y enfriarlos rápidamente para eliminar los microorganismos y no afectar las propiedades de los productos. Este proceso se llamó años después pasteurización. 
Durante seis años estudió una enfermedad que arrasaba con los gusanos de seda. Descubrió que la afección era causada por unas bacterias microscópicas que aparecían en la puesta efectuada por las hembras enfermas y dotó a los productores/as de un mecanismo para seleccionar y criar huevos libres de la plaga, lo que salvó la industria de la seda en Francia.
Descubrió el bacilo que producía el carbunco, enfermedad que atacaba a miles de ovinos y contagiaba a seres humanos y desarrolló una vacuna exitosa; desarrolló otra vacuna contra el cólera de las gallinas; avanzó sobre la erisipela en los cerdos y la perineumonía en los bovinos.
Desarrolló la vacuna para prevenir la rabia. El 6 de julio de 1885 la inoculó con éxito a Joseph Meister, un niño alsaciano de nueve años, que había sido mordido 14 veces por un perro rabioso; con un metódico y paciente tratamiento que duró 10 días el niño no desarrolló la enfermedad. Fue un paso enorme ante una enfermedad común de la época contra la que no había antídoto.
Quizás, su mérito más preciado fue demostrar la falsedad de que, en circunstancias adecuadas, la vida puede originarse de manera espontánea y que las enfermedades se generaban adentro del cuerpo, cuando los humores se desequilibraban. 
Hasta ese momento la gente pensaba que eso era cierto. Eran ideas milenarias. Aristóteles no descartaba que los humanos pudiéramos provenir de los excrementos; los campesinos observaban cómo en el lodo nacían ranas, serpientes u otros animales. Era un aparente milagro. En un libro sagrado del hinduismo, el Ramayana, se inscribe el nacimiento espontáneo de insectos a partir del sudor y la basura. Y en China existía la creencia de que los pulgones nacían de las plantaciones de bambú en las épocas cálidas y húmedas. 
Pasteur desbarató esas creencias en una lucha de laboratorio que llevó varios años.
Se enfrentó a la costumbre y a los científicos teologizantes. Demostró que, en recipientes cerrados herméticamente y sometidos a tratamientos de eliminación de microorganismos, la vida no proliferaba. Al contrario, en recipientes comunicados con el exterior se verificaba el ingreso de los contaminantes y aparecían las colonias de microorganismos. Esto que hoy parece fácil de entender, llevó varias décadas de demostraciones, evaluaciones y lucha contra el oscurantismo.
Fue considerado un héroe por su pueblo y su funeral se llevó a cabo en la Catedral de Nôtre Dame como si se tratara de un presidente. Miles de ciudadanos/as comunes lo despidieron como un amigo.
Reflexivo, tenaz ante la adversidad y la incomprensión, generoso, terco, tímido, severo, sencillo.
Gracias por iluminarnos con tus investigaciones. Hoy, sabemos que los microorganismos nos causan daño y debemos combatirlos con estudio, vida de laboratorio y paciencia. 
No siempre fue así.

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