Hay un libro que me abrió la cabeza y al día me ayuda a pensar los procesos históricos, el 18 Brumario de Luis Bonaparte, de Carlos Marx. Para mí es una obra fundamental de la ciencia política y en forma resumida nos explica que no hay que quedarse con lo que se ve en la superficie, ni con los nombres ni con las personas. En el caso de los Estados Unidos el discurso hegemónico nos muestra un Trump misógino, ridículo, racista y aclaro: no digo que no lo sea, es más no me agrada ni un poquito. Pero más allá de eso lo importante es pensar en los intereses económicos y el modelo de desarrollo que se representan. Porque sino simplificamos y creemos que todos los seguidores de Donald Trump son fachos y locos; mientras que los de Biden encarnan la democracia, la tolerancia, la diversidad, el cuidado al medioambiente. Hay un hecho que es central y es que Trump triplicó los puestos de trabajo fabriles que existían en los tiempos de Obama. Estados Unidos no escapa al proceso de destrucción del empleo, de los lazos sociales, de las sociedades que avanzan en ciencia y tecnología pero dejan a un montón de gente afuera. El globalismo y la expansión del capital financiero no dan respuesta a las masas y solo interpelan a ciertas élites, si lo traspasamos a nuestro país, mientras para cierto sector de la dirigencia lo más importante son las agendas de género y el lenguaje inclusivo; 6 de cada 10 niños son pobres y en el último año ha caído drásticamente el consumo de carne y de leche. Reitero por las dudas, Trump no me simpatiza en absoluto y ha sido responsable de golpes blandos , duros y de un accionar absoluta injerencista en América Latina; repitiendo este esquema de ponernos en lugar de patrio trasero. Pero eso es materia de otro análisis, hoy planteo esta inquietud y llamo a la reflexión pasado el meme, el chiste y el análisis simplista de las cosas. Que Trump sea el más machista del mundo acá no hace la cuestión, sino que parte del pueblo norteamericano ha tomado conciencia de que con el globalismo no van a llegar a ningún lado. Las sociedades gobernadas por los capitales financieros se vuelven sociedades cada vez más injustas, que expulsan a grandes mayorías, que como bien dijo el Papa en su última Encíclica apelan al mecanismo del "descarte". Por más discursos verdes y amigables es una realidad que sin trabajo genuino las personas no podemos desarrollarnos ni individual ni colectivamente.
Desde ya no me agradan los Trump, pero los contextos de anomia y desesperanza son caldos de cultivo para este tipo de liderazgos excéntricos, de rasgos autoritarios, como bien lo describió Max Weber "liderazgos carismáticos".
Últimamente siento más dudas que certezas, pero prefiero siempre detenerme a pensar.
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