La solidaridad constituye a los pueblos, al darles un destino común

La seguridad social, no es un invento de la modernidad, ni de la era medieval, por lo contrario, todos los pueblos del mundo, a lo largo de su historia, han desplegado sistemas de protección solidaria, que fueron los inicios de una concepción común, que sólo la Comunidad, en función de objetivos solidarios, puede hacer frente a las vicisitudes de la vida.Hace miles de años, más allá de los 2400 que nos rescata la historia oficial, desde los griegos, antes aún, ya existían estos mecanismos que intentaban reparar los daños, producidos en las familias, por las guerras que desamparaban mujeres y niños, de las tribus. En esos casos los sobrevivientes y la Comunidad, concurrían a atender las huertas y animales, de las viudas y niños, hasta que estos pudiesen hacerse cargo de la situación en ausencia del padre muerto. Los egipcios que trabajaban en las orillas del Nilo en verano, en invierno eran los obreros de las Pirámides que levantaban esas tumbas monumentales que aún hoy asombran al mundo. Esos trabajadores, inscriptos sus nombres en piedra, accedían a una especie de retiro laboral a determinada edad. Sin embargo sigue la historia, diciendo que eran esclavos sometidos a esas duras tareas.  Pero salteando tiempos, fueron las dos grandes guerras mundiales del siglo XX, las que provocaron una sistematización acabada, como la que conocemos hoy, de los avances de la Seguridad Social, Bismark del Imperio Austro húngaro en la primera y Berberige, inglés en la segunda, como base de un sistema solidario que pudiese dar respuestas a los acontecimientos que provocan en las Comunidades, una necesidad de reparación social, al cual contribuye desde entonces, un sistema basado en tres ejes claros: el que más tiene, aporta por el que menos tiene; el más sano por el más enfermo y el más joven por el más viejo. Sencillo verdad? Sin embargo esta situación ha sido arrasada por un neoliberalismo voraz, que destruyendo los sistemas solidarios, provoca la fragmentación social y la diáspora, fomentando el individualismo egoísta y meritocrático. No es casual, ni es sólo una estrategia económica, es más amplia incluso que económica, al intentar borrar del inconsciente colectivo, la identidad constitutiva de pueblo, como destino común de la Comunidad. Esa identidad cultural del pueblo, es la que constituye la fortaleza de la Patria-Matria, como concepto integrador de una cultura social basada en la solidaridad, como bien común a desplegar, cuando de construcción de futuro se piensa como conjunto, en cuanto a esperanzas y utopías a desplegar, en la trascendencia familiar, a través de hijos y nietos. Ningún padre o abuelo enseña a su descendencia otras cuestiones que no sean valores y virtudes, aspectos de la vida que le den sentido afectivo y compromiso con respeto al otro, compatriota, ser humano, incluso la naturaleza, fauna y flora que nos alimentan el espíritu de una vida en común, como Comunidad. De eso se trata la solidaridad activa y contenida en derechos sociales permanentes, con amparo constitucional, que en su momento en Europa, constituyeron la base del Estado de Bienestar, que puso las instituciones en un conjunto de leyes, que dieron respuestas a la devastación producida por ambas guerras mundiales, con más de 60 millones de muertos, en particular en ese continente “humanitario”, ejemplo del desarrollo de la Modernidad.  La misma Europa, que bajo el Iluminismo de los siglos XVlll y XlX, produjo los procesos de colonialismo y despliegue imperial, cuyos efectos siguen hasta hoy. Ese mundo de supuesta referencia social y humana “global”, en cuanto a calidad de vida, produjo millones de muertos, que han sido tapados en la historia, bajo el manto piadoso de la mirada binaria, del bien y del mal, cuando fue sólo producto de una confrontación de intereses inter capitalistas. En éste sentido emerge el término de la libertad individual, frente a las demandas de la hora ante el enemigo común, en éste caso pandémico, de un virus invisible pero arrasador, que convoca a redoblar la solidaridad social activa, con medidas sanitarias y políticas en defensa del bien común. Es entonces un cercenamiento de la libertad individual una Cuarentena estricta? Si según plantean algunos sectores, que atacan la medida, en nombre de una supuesta concepción de la libertad, sin compromiso social, ni apego a las leyes de protección del bien común, ni siquiera a las demandas sanitarias, que son sancionadas inclusive en su incumplimiento,  por leyes penales. Entonces la libertad individual no existe en términos absolutos, en una sociedad basada en un conjunto de convenciones sociales, que traducidas a leyes, bajo el marco de una Constitución Nacional, que le da a los poderes republicanos de la Nación, la potestad de resguardar el bien común de los argentinos. Esa base constitucional fue planteada a lo largo de la historia moderna, como base del constitucionalismo social, que en nuestro país, tuvo su máxima expresión en la Constitución de 1949, con la afirmación de la Propiedad como Bien Social. Ese elemento es utilizado por el enemigo neoliberal, como una expresión de socavamiento del derecho a la propiedad individual y el camino al tan mentado comunismo, peronismo, populismo o todos los ismos que van desplegando, en función de preservar el capitalismo voraz, que ha llevado al hambre, la desolación y el dolor social, al conjunto de la Humanidad, provocando la muerte de 24 mil personas por días, desde hace años, sin que esto signifique un hecho de gran preocupación internacional, excepto declaraciones ampulosas de los organismos internacionales, con excepciones como las de Francisco y otros líderes mundiales, que despliegan políticas de ayuda solidaria a terceros países. Entonces debemos afirmar, que esa solidaridad social activa, que encontramos en el enfrentamiento a la Pandemia, debería traducirse en Comunidad Organizada, como saldo acumulativo, de un salto en calidad de la democracia, que permita al conjunto del pueblo argentino, ser actor pleno en las decisiones político institucionales del país, como la ha sido en la defensa del bien más preciado del hombre, que el Derecho Humano a la vida, que ha permitido recuperar al Estado como eje central, planificador, ordenador y financiador de las políticas públicas, en especial en salud, desplazando al Mercado, con el concurso real del pueblo organizado en defensa de garantizar, la Justicia Social y la Soberanía plena de la Patria Grande.

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