Las bombas no nos callarán
Bombas en la plaza

Texto: Anita Zen / Dibujo: Caito Onnainty

Un hombre le habla a una multitud.
Esa multitud escucha con banderas y convicciones en alto a ese hombre.
No es un Dios, es un simple mortal que entendió lo que significa la palabra pueblo.
Pero otros hombres, que no toleran que un mortal sea tratado como un Dios, conspiran para destruirlo, destruir sus ideas, su altruismo y la libertad que se condensa en esa plaza.
Otros hombres, que solo tienen bombas, mientras que éste ofrece palabras de fe, esperanza, empoderamiento y dignidad.
Otros hombres que están vacíos de ideas y solo pueden mediante la violencia, intentar callar a ese ídolo popular que alza la voz todavía más.
Y esa plaza repleta de ojos y de cuerpos, resiste a las bombas, las embiste con tal fuerza que esos hombres, los malditos, tienen que agazaparse.
Los malditos comprenden que aquel hombre no sostiene a la multitud, sino que la multitud lo sostiene a él, porque el poder no es individual sino colectivo y es más fuerte que todas las bombas del universo.
Esos hombres, los otros, vuelven con sus bombas dos años después, derrocan al ídolo al que llaman tirano, cuando los verdaderos tiranos y bestias son ellos.
Quieren callar el clamor popular matando inocentes, persiguiendo voluntades, embistiendo derechos de toda una ciudadanía, pero lo único que consiguen es que nazca una resistencia más grande que su violencia.
Esa resistencia atravesó dictaduras, soportó persecuciones, se mantuvo viva a pesar de que quisieron desaparecerla las bombas de la tortura y el calvario.
Esa resistencia, mutilada, destrozada, herida y vejada aguantó estoicamente, pese a que la historia amenazó con recluirla y una guerra convertirla en esquirlas.
Y esos hombres, los otros, las bestias, aún hoy continúan tirando bombas silenciosas, que no explotan, pero que buscan arrancarnos el alma a quienes todavía luchamos, a quienes todavía gritamos, a quienes avanzamos, a quienes no nos arrastramos más ante los poderosos sino que los enfrentamos.
Pero….
No existen bombas que nos venzan ni nos dobleguen mientras la memoria se mantenga intacta junto al espíritu de lucha.
No existen bombas que nos desaparezcan mientras quede uno solo de nosotros como testigo para contar y hacer historia.
No existen bombas que puedan destruirnos porque la voluntad de las convicciones no se somete con una explosión sino con una revolución.
Y la revolución nunca fue de las bestias, la revolución siempre fue nuestra para exterminarlas a ellas, reducirlas a la nada, recluirlas en su cueva maldita de odio y resentimiento.
¡Retrocedan bestias, guarden sus bombas, llévense su violencia porque no existe poder más fuerte y glorioso que el amor que nos une y por eso jamás podrán derrotarnos!

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