LAS PALABRAS Y LA POLITICA
NESTOR

Incluso considerado como animal, el hombre posee lenguaje. Todas las sensaciones intensas de su cuerpo, y las más intensas de entre las intensas, las dolorosas; todas las pasiones fuertes de su alma, se manifiestan de forma inmediata en gritos, en voces, en sonidos salvajes, inarticulados. Cuando el dolor ataca, tanto el animal que sufre como el héroe Filoctetes se quejarán, gemirán. Y ello, aunque estuviesen abandonados en una isla desierta, sin ver a un semejante compasivo, sin tener señales o esperanza del mismo1.

                                                                                       Johann Gottfried Herder

El pensamiento mítico

Las palabras pueden servir para nombrar y para ocultar, en nuestro pasado y dentro del pensamiento mítico estaban vinculadas al poder, así encontramos que en el libro más antiguo de la Biblia el Génesis se dice: Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver como los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese un nombre que el hombre le diera (Gn.2.19), párrafo que se entiende ligándolo a Gn. 1.26: Dijo Dios: «hagamos al hombre a imagen nuestra, según nuestra semejanza, y dominen en los peces del mar, en las aves del cielo, en los ganados y en todas las alimañas». O sea, se busca indicar que quien nombra posee una preeminencia por sobre lo nombrado, se ejerce así un poder.

Desde un punto de vista teológico es Dios quien crea al hombre y le abre la posibilidad de las dimensiones de la historia; desde una filosofía política podríamos afirmar que el ejercicio de poder que significó nombrar es la primer manifestación de la historia humana (2). Ello indica que hay una relación entre palabra y poder, claramente expresa en Éxodo 3. 13: Contestó Moisés a Dios: «si voy a los hijos de Israel y les digo: el Dios de nuestros padres me ha enviado a vosotros, cuando me pregunten ¿cuál es su nombre? ¿qué les responderé?» Lo que se pide aquí es conocer la palabra que transmite poder.

Los griegos

Nuestra lengua castellana trae como heredad no solo el latín sino también el griego y hasta allí nos remontamos para comprender el papel de las palabras que conforma un discurso otorgador de sentido que, como relato, es capaz de construir una subjetividad.

Los textos más antiguos que tenemos en esta raíz cultural son la Ilíada y la Odisea (3) y en ellos el término para nombrar la palabra es «logos» (4), la cual aparece en una ocasión en cada uno de estos libros nombrando el instrumento que conforma un relato realizado por aquel que tiene la intención de influir en el ánimo de quien escucha. Se trata de palabras reunidas (légein) según un criterio, con un «sentido», un cierto orden que supone una racionalidad que permite elaborar un discurso con el cual se busca producir un efecto.

No alcanza con enunciar acontecimientos o datos, como tampoco palabras proferidas al azar, sino que hay una intencionalidad, una finalidad (5) y allí está el valor que traen las palabras que conforman un relato de la realidad, o sea, nombrarla.

Un siglo después de ese colectivo que conocemos como Homero (6) ya en el siglo VIII aJC para Hesíodo los lógoi (la palabras) conforman un relato que explica la situación social. También reconoce que así como hay un discurso embaucador que buscaba engañar hay otro que por medio de la persuasión ordena una comprensión de la realidad que permitirá concomitantemente actuar (7).

La comprensión que expresa el relato nada tiene que ver con la concepción de la «racionalidad liberal» que transformaba a la subjetividad de la burguesía del siglo XVII europeo, en un ordenamiento objetivo de la realidad. Ya en el siglo VI aJC, Heráclito, sostenía que su discurso expresaba algo que trascendente a su persona (8). Él dirá que quienes buscan explicar lo que llamamos «la realidad» desde lo que un individuo supone son «idiotas» (idiotes), la comprensión surge cuando se puede nombrar lo común.

La política

Recapitulando rápidamente tenemos que nombrar lo que no tiene nombre implica una prelación que no es otra cosa que el poder de determinar algo no desde la mera individualidad sino encontrando en lo común la racionalidad ordenadora. Veamos un ejemplo: cuando José de San Martín vuelve a Buenos Aires en 1812 sostiene que el ordenador de esa realidad política que viene transcurriendo desde hacía dos años se llama Independencia cosa que hasta ese momento nadie había dicho nombrando aquello que había en común en el pueblo. Ese nombrar permite aparecer a un colectivo que se pone de acuerdo (9), y esa conjunción conduce naturalmente al concepto de armonía, la cual no es la uniformidad, sino la contención de elementos diversos e incluso contrarios en la persecución de un objetivo.

Un ejemplo más cercano lo encontramos cuando frente a los resultados del proceso neoliberal de la década del 90 que culminan en la crisis de 2001, y la aparición de la negación de un relato de ordenamiento político expresado en la peligrosa expresión: ¡Qué se vayan todos!, como la renuncia a la política como herramienta de transformación, hay alguien que, encarnando una voluntad de poder profiere la palabra que construye una nueva subjetividad en una generación joven que la separa de la herencia neoliberal: Néstor Kirchner dijo: ¡proceda! En los términos del politólogo alemán Carl Schmitt fue un «katéjon» (10), un abrir un nuevo espacio que evita el fin, y se bajaron los cuadros de dos dictadores de la galería de directores del Colegio Militar.

Estamos ante un claro intento de cerrar ese espacio escondiendo ese objetivo tras palabras como «corrupción», «asociación ilícita», sumergiéndonos en el mundo de la post verdad, que no es otra cosa que la negación del sentido de la verdad, eliminando la racionalidad que conllevaban y reduciéndolas a meros efectos emocionales. El discurso de este cerramiento busca proscribir a una genuina expresión política del pueblo argentino, pero quienes podemos ser optimistas porque sabemos y confiamos en la capacidad de nuestro pueblo, podemos afirmar como decía el poeta Hölderlin que donde crece el peligro crece la posibilidad de la esperanza (11) y estos son los tiempos que corren.

1 Herder, Johann G. (1772) Abhandlung über den Ursprung der Sprache. Berlín. Christian Friedrich Voss. p.

2 León-Dufour, Xavier (1978) Vocabulario de teología bíblica. Barcelona. Herder.

3 Versos que cantan una épica que ocurriera aproximadamente en el siglo XII aJC y que se escriben por primera vez hacia finales del siglo IX aJC.

4 Ilíada XV. 393 y Odisea I.56. La aparición del término es en nominativo plural: «logoi».

5 La raíz «leg/log» (légein/lógos) fue incluida en el latín y de allí nos llega a nosotros cuando decimos ley (lex, leg-is) de un conjunto de normas y legislador es aquel que reúne las normas; una lección es una reunión de conceptos, una persona e-leg-ante es alguien que pone un criterio para e-leg-ir la ropa que utiliza y la inte-lig-encia consiste en saber reunir conocimientos.

6 Dalby, Andrew (2008) La reinvención de Homero. Madrid. Gredos.

7 Los representaban estas dos posibilidades por medio de deidades: Peithó, quien usaba la seducción para engañar y Pistis que representaba la confianza que se construía sobre la credibilidad (Teogonía 1137).

8 Heráclito dirá no soy yo quien habla sino la phýsis (naturaleza), quien tiene oído que oiga, tal como expresara Jesucristo en Mateo 13.9.

9 El acordar era expresado en griego como homologein que significa «compartir un mismo lógos», de allí nuestra palabra castellana «homologación». C.f.: Cordero, Néstor (2017) El descubrimiento de la realidad en la filosofía griega. Buenos Aires. Colih

10 Schmitt, Carl (1974) Der Nomos der Erde im Völkerrecht des Jus Publicum Europaeum. Dunckler & Humblot.

11 Wo aber Gefahr ist, wächst/ Das Rettende auch (donde hay peligro, crece también la salvación), Die Hymne «Patmos». Hölderlin, Friedrich (1970) Sämtliche Werke. München. Carl Hanser Verlag. III.

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