Mercedes Sosa
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Un día como hoy pero de 2009 nos dejaba Haydée Mercedes Sosa, La Negra. Nació en San Miguel de Tucumán el 9 de julio de 1935 en el seno de una familia muy pobre. La miseria no se la contaron por la radio ni por la televisión. La sufrió muchos años. 
Su padre, Ernesto, fue estibador, mejor dicho, hombreador de troncos en un aserradero y luego zafrero en el Ingenio Guzmán. Su madre, Ema del Carmen, fue lavandera, planchadora y excelente cocinera con muy poco o casi nada.
A los 14 años aprovechó uno de esos huecos que hace la historia para ser aprovechados. Sus padres, peronistas de corazón, tomaron un tren gratis a Buenos Aires para participar del acto del 17 de octubre. Mercedes quedó a cargo de sus hermanos en la casa. En la escuela faltaron algunas maestras y se había enterado que había un concurso para cantantes desconocidos en la radio. 
Se presentó en LV12 con el nombre de Gladys Osorio (sus padres no debían enterarse de esta aparición) y cantó “Triste estoy” de Margarita Palacios. Cuando pasaron todos los participantes, el dueño de la radio se le acercó y le dijo: “…Terminó el concurso. Lo ganaste vos”. Increíble pero cierto. Continuó cantando en la radio hasta que se enteró su padre y todo se complicó. Pero la insistencia del director de la emisora hizo que Ernesto cediera y Mercedes firmó su primer contrato.
Sus referentes eran Margarita Palacios y Antonio Tormo y comenzó a cantar en locales partidarios peronistas, en el circo de los hermanos Medina y en la radio donde interpretaba boleros con el conjunto de los hermanos Herrera. En 1957 se casó con el músico Oscar Matus y se mudaron a la ciudad de Mendoza. Allí, se produjo un encuentro trascendente para su carrera. Conoció al poeta Armando Tejada Gómez. Los tres darían que hablar en el desarrollo de la música nacional.
Era el momento en que la música folklórica le comenzaba a disputar la centralidad al tango. Mucho tuvo que ver la inmigración interna de millones de compatriotas desde el campo hacia las grandes ciudades, especialmente, a Buenos Aires. Buscaban mayores oportunidades de trabajo y llevaban consigo sus costumbres, su música, sus modismos. Su cultura, nada menos…
En 1959 Mercedes Sosa grabó su primer álbum, La voz de la zafra, a instancias de Ben Molar. Tuvo poca difusión, pero fue un gran paso. A principios de 1960 confluyeron en Mendoza, más precisamente en la casona de la escritora chilena Iverna Codina, un colectivo de artistas de diferentes disciplinas (Carlos Alonso, Luis Quesada, Alberto Rodríguez, Antonio Di Benedetto, Benito Marianetti, Ángel Bustelo) que pensaban en una nueva forma de hacer arte y difundirla.
Y empezó por el lado de las canciones. Así, el 11 de febrero de 1963 se lanzó el Movimiento del Nuevo Cancionero. Fue en el Círculo de Periodistas de Mendoza y fue presentado por Tejada Gómez, Matus, Mercedes Sosa, Juan Carlos Sedero, Tito Francia, Horacio Tusoli y Víctor Nieto. Estuvieron “acompañados” por unos hombres corpulentos con aspecto adusto que pretendieron aguar el anuncio acusándolos de comunistas. No prosperó. 
Era cierto. En su mayoría, eran comunistas y eran artistas que se proponían integrar las diferentes expresiones populares, rechazaban el regionalismo cerrado y buscaban expresar al país todo en la amplia gama de sus formas musicales, según la declaración de ellos mismos. Fue inspiración y éxito.
En 1965, su esposo la abandonó y quedó en una situación económica desesperante junto a su hijo. Se mudó a Buenos Aires y trató de recomponerse. Y ese año, se produjo otro hecho decisivo. Jorge Cafrune rompió el protocolo del Festival de Cosquín y la invitó a cantar sola con su bombo. Los organizadores se paralizaron ante el desafío. Mercedes cantó “Canción del derrumbe indio”. El público estalló en aplausos incluso antes que termine el tema. Se consagró inesperadamente. 
Grabó para Polygram su álbum Yo no canto por cantar que incluyó “Zamba para no morir”, luego grabó Con sabor a Mercedes en el que incorporó “La añera” y “Al jardín de la República”; más adelante, El grito de la tierra que incluía “Canción con todos”, transformado en un himno no oficial en Latinoamérica, “Duerme Negrito” y “La Pomeña”. En 1969 comenzó su romance con Chile y grabó un simple: en el lado A, Gracias a la vida de Violeta Parra y en el lado B, Te recuerdo Amanda de Víctor Jara. En 1971 grabó Homenaje a Violeta Parra, donde incorpora “Volver a los 17” y “La carta”, junto a Quilapayún. 
En 1972 lanzó Hasta la victoria donde cantó “Balderrama” y “La arenosa”, de Leguizamón y Castilla y “Los hermanos”, de Atahualpa Yupanqui. En 1973 pisó España. El franquismo impidió la publicidad del recital. Pero el Palacio de Deportes de Barcelona se colmó de público que la aplaudió varios minutos.
Resistió las amenazas de la Triple A y las prohibiciones de la dictadura militar hasta que el 21 de octubre de 1978 cantó en el histórico Almacén San José, de calle 4 y 40 en La Plata. Afuera un operativo con decenas de policías. Adentro, 300 personas que pedían “Cuando tenga la tierra”. Se animó. Todos la cantaron. Entró la policía a los palazos, bajaron a los músicos del escenario. Fueron presos, los músicos y los 300 espectadores. La mayoría fue liberada. Mercedes fue retenida 18 horas, maltratada por su color de piel y por su filiación comunista. Aguantó todo lo que pudo, pero decidió irse del país ante la imposibilidad de trabajar. “No soy exiliada. Mi único problema es que no me dejan cantar en mi país”, declararía luego.  
Llegó a Francia y murió su segundo esposo, Pocho Mazitelli, con quien compartió 13 años de amor y compañerismo. Duro golpe. Pensó en suicidarse, pero siguió. Tuvo tantos éxitos como tristeza. 
Volvió a la Argentina en 1982. Fueron 13 recitales en el Teatro Opera de la ciudad de Buenos Aires, que arrancaron el 18 de febrero. Fueron trece fiestas. La acompañaron Omar Espinoza en guitarra y Domingo Cura en percusión y participaron León Gieco, Charly García, Raúl Barboza, Antonio Tarragó Ros, Rodolfo Mederos y Ariel Ramírez. Irremediablemente había una pared de policías a la salida. Indefectiblemente, el público salía cantando “…el pueblo unido, jamás será vencido” y “Argentina, Argentina”. Terminó siendo un acto cultural contra la dictadura. Repitió los recitales en varias ciudades argentinas. La presionaron para que emigrara con la amenaza de nuevas prohibiciones. Se fue y volvió. Finalmente, se radicó en Argentina con el advenimiento de la democracia. 
Se sintió cercana a los gobiernos de Raúl Alfonsín, Néstor Kirchner y Cristina Fernández y no disimuló su distanciamiento con el gobierno y las políticas de Carlos Menem. Fue clara en su posición.
Fue la intérprete popular que más trabajó para integrar el folklore, el rock y la música latinoamericana. Grabó o incorporó en sus recitales a Charly García, Luis Alberto Spinetta, Fito Paéz, León Gieco, Víctor Heredia, Gustavo Santaolalla, los Illya Kuryaki, Piero, Celeste Carballo, María Gabriela Epumer, Pedro Aznar, Andrés Calamaro, Ciro Fogliatta, Alejandro Lerner, César Isella, Chango Farías Gómez, Peteco Carbajal, Teresa Parodi, Milton Nascimento, Caetano Veloso, Chico Buarque, Los Inti Illimani, Shakira, René Pérez, Joan Manuel Serrat, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Beth Carvalho. 
Cantó con Luciano Pavarotti el tema “Caruso” y la canzonetta napolitana “Coure ingrato”, en la cancha de Boca. Con la soprano Renata Scotto en la Sala Nervi del Vaticano y con la pianista Martha Argerich en el Teatro Colón. El público de las grandes ciudades del mundo la escuchó y se rindió ante su voz.
Comenzó con un registro cercano a una soprano, pero se fue deslizando hacia contralto. Su notable registro vocal fue de más de dos octavas y sus graves eran potentes. Timbre cálido, fraseo excepcional y afinación perfecta. No fue solo producto de su genética. Siempre estudió y perfeccionó su canto.
Directa, madraza, sensible, vibrante, fuerte ante el sufrimiento, consecuente, digna.
Gracias Querida Negra!! Con vos cantamos, lloramos, nos emocionamos, sentimos coraje, creímos que se podía vivir en un mundo mejor. Cuando de tanto en tanto, renace nuestro optimismo y volvemos a creerlo, siempre aparece tu voz compañera.
 

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