“La música no está en las notas
sino en los silencios entre ellas”
Wolfgang Amadeus Mozart
Tiempos proselitistas con acordes de clavecín ben temperato. Mientras los diferentes espacios políticos bailan la “Pavana del Páramo de las Listas Sábana” el electorado mira su propio futuro con angustia nada romántica. La danza partidaria, llena de reverencias y mohínes, tiene ese dulzón tufillo cortesano; distinto del olor y del dolor que se arrastra por las calles, sobre todo las del Conurbano profundo. El Conservadurísimo opositor aparece más alerta: propone dos y hasta tres fórmulas por distrito para que ningún voto de los propios se desangre en el desánimo electoral mientras que la Progresía governaticia -siempre nimia, siempre modosita-, prefiere confiar en el arreglo de unos pocos y asustar a sus votantes con el efecto hombre de la bolsa o, como proclaman en las redes sociales, “le estás haciendo el juego a la Derecha” (¿a cuál?, podría uno preguntarse, aunque sería para profundizar en otro artículo).
Veleidades de alternancia de centro; la política en tonos pastel para que no se torne chocante, para que no provoque caras de desagrado, para que armonice sin mayor esfuerzo. Pero… ¡atención! a los más jóvenes los ahoga esa abulia que, ojalá, no se torne una avalancha hacia el neo fascismo, como ha ocurrido ya en Europa y empieza a percibirse en los Estados Unidos. Hora de anotar nombres de gentiles y plebeyos. Y, también las razones sociales de los medios de comunicación. Y los apellidos de sus gerentes y editores. A los jueces se los lleva la mudanza de un nuevo minué tocado en clavicordio.
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