Todos somos el cerdito
Cerdo volador tomado de Pink Floyd

Millonarios, aburridos de todo, excedidos de lujos, ciegos de poder. Ni en las drogas más exclusivas encuentran  sensación, entonces proyectan su sadismo en un pobre animal al que solo comprenden como un objeto de su diversión. Ni el más minino sentimiento de piedad por un ser que siente dolor. Hay que ser muy hijo de puta, hay que estar jodido por dentro; pero más allá de eso, lo que este empresario hace con el animal no deja de expresar su mirada hacia el otro, su forma de entenderse con superioridad, altanería e incluso con el poder de disponer de la vida de otro. Los trabajadores y el pueblo,  somos en cierta medida, como ese pobre cerdito, así nos miran, así nos comprenden. Durante cuatro años tuvimos un gobierno que nos negó de todos los derechos: nos dijeron que no podíamos acceder a un plasma, a un celular ni a irnos de vacaciones. Que no necesitábamos más universidades si total los pobres no llegamos a ellas, nos cerraron escuelas, hospitales, nos mataron de hambre. Macri no hizo más que gobernar para tipos de esta calaña, aplaudidores de la reforma laboral, para quienes los trabajadores somos solo un costo y que si fuera por ellos viviríamos como en  el siglo XIX, dónde no existían los sindicatos, se trabajaba 20 horas al días y sacaban a los obreros muertos de las fábricas. Hay que mirar lo simbólico, un hecho siempre significa algo más de lo que a simple vista se puede percibir. Hay algo aquí que excede a un suceso de crueldad animal, hay una forma de entender al otro, una carencia total de empatía con la que personas como estas se manejan en la vida. Así como tiran un cerdo de un helicóptero creen que está bien moler a palos a un indigente, o que la policía dispare a un niño por la espalda.

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