En política, aunque parezca obvio, hay que recordar la importancia de distinguir el amigo, el adversario y el enemigo. Esta cuestión básica no tiene como consecuencia “ahondar la grieta” sino poder percibir un horizonte real de construcción política.
En un momento en que la distinción entre lo verdadero y lo falso no tienen valor, época de post verdades, es crucial saber quién es el enemigo, o sea, aquel que plantea la destrucción hoy hablan de dinamitar un proyecto nacional y popular.
Si nos fijamos en los medios de comunicación y en buena parte de las redes, parecería que la agenda política la impone Javier Milei mediante bravuconadas, reacciones violentas y descalificaciones que acompañan propuestas. así enunciadas, con el único objeto de provocar escándalo. ¿Pero cómo llegó hasta acá?
Hace unos años aparecía como un personaje simpático, que alquilaba salas teatrales para montar una especie de stand up con comentarios de actualidad o concurría a programas de televisión para hablar de sexo tántrico. Allí fue elegido. ¿Por el Gran Hermano, el círculo rojo? Lenta, pero en forma consecuente se irá constituyendo en un factor de presión política que presenta los intereses de esas 20 empresas que manejan el 75% del mercado argentino identificando su persona con un «rockstar» para llamar la atención de los jóvenes explotando un sentimiento de frustración por lo que viene ocurriendo en los últimos 8 años.
Ello le sirve al «círculo rojo» para presionar sobre la interna de Juntos por el Cambio, a quien acusan de socialdemócrata, para correrlos más hacia el lado de la intolerancia, la precarización laboral y la represión social.
¿Por qué podemos suponer esto? Porque no tiene otro terreno de militancia que los medios, porque desmanteló las endebles estructuras provinciales que tejiera, porque no llegaron al 10% en Neuquén y en Río Negro y llegó al 15,5 % en La Rioja atado al apellido Menem, pero con un Frente de Todos que superó el 50%; porque no genera organización, o sea, no construye poder real. Hay mucho ruido y pocas nueces.
Y aquí aparece el otro elemento para lo cual sirve esa herramienta: desviar la atención de la verdadera cuestión a discutir dentro de un proyecto de país nacional y popular: la puja distributiva, la redistribución del ingreso, quién disfruta de la riqueza que generamos las mujeres y los hombres que trabajamos en esta Patria.
A esta altura, no es el análisis político sino el psicoanálisis el que nos permite continuar encontrando un sentido a esa realdad. Así recordamos que es Lacan quien habla de tres estructuras clínicas: neurosis, psicosis y perversión, las cuales no designan solo cuadros patológicos, sino que aluden también a distintas modalidades de constitución de la subjetividad, tanto para el enfermo mental como para quien no han llegado a enfermar psíquicamente.
El perverso es una suerte de cruzado que cree fervientemente en el goce del Otro, por eso no soporta la adversidad que impediría ese goce y reacciona con violencia, en última instancia, lo que no se soporta es el impedimento a la manipulación psicopática. En Estados Unidos se suele decir que todo psicópata es un gran vendedor de autos usados… aquí venden una
supuesta rebeldía con condimentos autoritarios. Pero a no confundirse, de los empresarios de «la banda de las 20» se podrán decir muchas cosas… incluso feas… pero no que sean idiotas. Ellos saben que no es posible la dolarización, que el comercio de órganos es un dislate, que morirse de hambre no es una opción… Eso es para la tribuna.
Terminemos de poner en caja a quien ni siquiera llega a la categoría de “sparring”. Cristina lo expresó claramente ¡nadie te tiene miedo! El enemigo es Juntos por el Cambio, brazo político de la concentración de poder económico en Argentina, de allí que la posibilidad de seguir construyendo la casa de todos es vencer la proscripción y llevar como presidenta a Cristina Fernández de Kirchner.
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