Eric Hobsbawm (historiador marxista) ya declaraba en su obra "La Era del Imperio" al marxismo como una "prolongación natural" del liberalismo heredero de la "izquierda secular" francesa. Algunos marxistas orgullosamente lo asumen, los tontos tratan de negarlo. Entonces no llamara la atención que marxistas y liberales terminen teniendo la misma visión de la economía moderna como de las relaciones internacionales. El progresismo prolongación natural del liberalismo no niega los postulados de este, sino que es reformista, de ahí que un economista de la escuela austriaca como Ludwing Von Misses lo caracterizará a ese socialismo reformista que adopta las pautas de la democracia liberal y el mercado mundial como "neoliberalismo".
En el ámbito de la política internacional sucede lo mismo, no se niega el carácter liberal del orden global y el marxismo no sólo asume la globalización como un proceso técnico-racional posible de ser dirigido y reformado, adoptando el neoliberalismo institucional de Robert Keohane, sino que es amalgamable a la transnacionalización, específicamente al capitalismo financiero transnacional. La internacionalización de la producción (deslocalización de la industria) pasa a ser irrelevante, quizá porque en realidad nunca lo consideraron un problema desde su perspectiva internacionalista.

Es tan amalgamable la visión liberal y marxista de la economía y la politica internacional que comparten intereses mutuos, más allá de la confrontación discursiva y la competencia económica, al menos por momentos, China y EEUU son el ejemplo, una "hegemonía compartida" como define Robert Cox, una estructura mundial con centros de poder conflictivos, pero que responden a una clase gerencial transnacional donde el interés económico prevalece sobre las diferencias que pueda haber.
La existencia de una clase global transnacional que expresa intereses de empresas multinacionales, por encima de los Estados, que no reconoce fronteras ni ideologías y se ha aprovechado de la internacionalización de la producción como así de la internacionalización del Estado colocando en los gobiernos gerentes de administración provenientes de grandes bancos, multinacionales, ONGs, fundaciones, etc; se contrapone a la existencia de una clase nacional que exprese los intereses de un Estado nación concreto y el impulso de una industria local.
A esta convergencia de poderes, coincidencia de grandes potencias que se unen a despecho de discrepancias ideológicas para la explotación de sus colonias, Perón ya le había puesto nombre y apellido.
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