Capitalismo, negocios y consumo.
El sexo como mercancía. El afecto…te lo debo.
Los padres del liberalismo, Adam Smith y David Ricardo, así como Max Weber y todos los pensadores sociales que analizaron nuestro sistema capitalista, coincidieron en que la satisfacción de todas las necesidades humanas a través de empresas privadas con fines de lucro es la esencia del sistema. Y agregaron otras características constitutivas del sistema como la ganancia y la competencia entre empresas y personas como forma de llegar al éxito.
Así en 200 años el sistema ha logrado convertir en negocios rentables la vivienda, la vestimenta, la alimentación, la medicina, la electricidad, el gas, el agua, la educación, la comunicación y todas nuestras necesidades básicas. Y el intercambio sexual no pudo zafar de este proceso.
Después de la trata de armas y la droga (ésta última se estima que factura más de 600 mil millones de dólares anuales), el negocio del sexo es el tercero en facturación anual en el mundo, en sus diversas variantes, como la prostitución, la trata de niños y adultos con fines sexuales, el turismo sexual, los juguetes sexuales, las páginas pornográficas y otros más sutiles.
Donde hay una necesidad hay un derecho, gritó nuestra Evita, y la frase se convirtió en una máxima del Movimiento Nacional y Popular. Para la ideología liberal en cambio donde hay una necesidad hay una oportunidad de negocio. Y para desarrollar el negocio se debe manipular e incentivar el consumo, erosionando las tradiciones culturales que se opongan a ello. Eso requiere la fabricación y comercialización indiscriminada de satisfactores artificiales en forma de mercancía.
Las mercancías se instalan a través de la moda y los medios masivos de información que instalan las imágenes, los modelos y las nuevas formas de la subjetividad de las personas, como el cine, la televisión, internet y las pantallas de los celulares entre otros, que construyen una realidad tan artificial como virtual.
Este dispositivo produjo que la apariencia predomine sobre el contenido, la forma sobre el fondo y que la realidad virtual se imponga opacando las condiciones reales de existencia.
El 95% de las películas, series, juegos electrónicos y formatos de los programas que se transmiten a través de esos dispositivos son producidos en Estados Unidos representando la ideología, los valores, la estética y las peores prácticas anglosajonas, ajustadas a los recursos morbosos que los empresarios consideran más fáciles y efectivos para atraer la atención del público, basados predominantemente en el combo de violencia, sangre y sexo.
Para la década revolucionaria de 1960, las juventudes masivamente sostenían como consigna: hagamos el amor y no la guerra, y se oponían al evangelio del consumo. Eran tiempos en que el afecto, la amistad y el romance predominaban en el imaginario de la mayoría de los jóvenes del mundo.
Las relaciones sexuales se significaban en la frase hacer el amor e involucraban necesariamente una relación afectiva basada en el encuentro entre dos personas con una expectativa de permanencia. El imaginario social vinculado a las relaciones sexuales se basaba en la sensualidad y la seducción e incluían el beso, robado o no, la caricia, el juego amoroso y en compartir la experiencia con el otro. Más allá de lo que cada pareja pudiera lograr efectivamente en sus prácticas específicas.
En Argentina los jóvenes cantábamos esa canción llamada Te Quiero, que dice: “Te quiero porque sos mi amor, mi cómplice y todo, y en la calle codo a codo, somos mucho más que dos”. Y Spinetta en la canción Muchacha (Ojos de Papel) describía a su muchacha como muchacha pequeños pies, pechos de miel, corazón de tiza, piel de rayón, y metaforizaba la relación sexual con su poético “Cuando todo duerma, te robaré un color”.
Pero después de los 70’s el liberalismo impuso a sangre y fuego la guerra y el consumismo en todo el mundo globalizado. Y con ello el modelo anglosajón de la mujer Barbie y el hombre Ken, a la sexualidad asociada al puro cuerpo y a sus medidas anglosajonas del 90-60-90, disociada del afecto, cosificando a la mujer a la categoría de objeto y al hombre a la dimensión de un pene.
El sexo devino en mercancía, atrapado en la jaula del negocio, el dinero y el poder del más fuerte. Y lamentablemente las generaciones posteriores incorporaron las prácticas sexuales a través de los medios audiovisuales y del multimillonario negocio de la pornografía digital. Si bien hay estimaciones diversas según los investigadores que trabajan el tema, no menos de un 10% de los sitios web son pornográficos, lo que significa más de 24 millones de sitios. Los investigadores también estiman que más de un 20% de las búsquedas en internet están dedicadas al sexo.
Todo este proceso ha dejado sus consecuencias. Entre otras que en 1988 el laboratorio Pfizer lanzara el famoso citrato de sildenafil, bajo su marca Viagra, que ya para el año 2.000 facturaba 1.000 millones de dólares, y otro tanto los productos ilegales fabricados a espaldas de su licencia exclusiva.
En Argentina, al igual que en el mundo globalizado, la mayoría de los hombres que lo consumen por prescripción médica tienen entre 40 y 60 años. Pero el sildenafil está siendo predominantemente consumido por jóvenes y adolescentes sin esa prescripción. El 20% son menores de 20 años, según el jefe de toxicología del Hospital Fernández y el Colegio de Farmacéuticos entre otros expertos.
Según los psicólogos y sexólogos gran parte de este consumo se debe a que se confunde sexualidad con genitalidad, y ya no hay un verdadero encuentro entre dos personas, sino entre dos cuerpos. Explican que la sexualidad es una relación, un juego entre dos personas, que lo más importante es obtener y dar placer a la pareja, y que si no hay una atracción sensual y sexual entre ellos es muy difícil que se pueda dar una erección. Chocolate por la noticia.
Otra vez, la columna hasta acá es un garrón. Pero, que nos dice la sociología acerca de cómo enfrentar una problemática social?
Primero asumiendo que es una problemática social y global que nos afecta a todos y cada uno. Después compartiéndolo con nuestros amigos, con nuestra pareja y con la familia, es decir, saliendo del closet en grupo, poniendo las cartas sobre la mesa.
Y por último militando y encuadrando este tema política y geopolíticamente dentro de la batalla cultural que estamos dando desde Sudamérica contra el neoliberalismo salvaje para recuperar el Buen Vivir.
Esto sólo podemos enfrentarlo juntos, hombres y mujeres, gays, lesbianas, trans y toda minoría de género que luche por la igualdad. No es un problema entre géneros y sociopolíticamente no podemos mirarlo con un solo ojo. Acá viene bien recordar la canción de Pappo que dice “Nada como ir juntos a la par”.
Y para cerrar esta columna nada mejor que recordar lo que compartió con nosotros en esta mesa, en el programa del 8 de Abril pasado la weichafe –que significa combatiente- mapuche, Moira Millán, referente del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, acerca del ideario que sostenían respecto de la relación entre géneros. Nos explicó que sus prioridades eran las de recuperar:
Primero: La Amorosidad,
Segundo: El respeto, y
Tercero: La reciprocidad.
Nuestros Pueblos originarios nos guían en el camino de recuperar la verdadera sexualidad que el capitalismo salvaje convirtió en un negocio.
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