Modelo argentino para el proyecto nacional - 2
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ANTECEDENTES HISTÓRICO-POLÍTICOS QUE CONDUCEN AL MODELO ARGENTINO

1. Las enseñanzas del proceso histórico mundial

De dos fuentes proviene el crecimiento económico de los países más avanzados. Por un lado, de sus propios recursos tecnológicos y acumulación de capital. Por el otro, del acceso a las riquezas y el trabajo de los países colonizados.

El traspaso de las riquezas de estos últimos países a las grandes potencias se efectuó de muy diversas formas. De acuerdo con las circunstancias, se utilizó desde el procedimiento de la apropiación física hasta el de la remesa de beneficios para las inversiones imperiales, pasando por las etapas intermedias de ambos extremos.

De esa manera, muchos países colonizados expandieron su producto pero no su ingreso mostrando, al mismo tiempo, un aparente progreso que, en realidad, encubría su miseria.

Para mantener este sistema se necesitó de la dominación política. El arma empleada para ello, también se adecuó a las circunstancias.

Fue así como se acudió al empleo de las fuerzas militares, con intervenciones directas o indirectas; al copamiento de gobiernos o de sectores claves de un país; a la complicidad de los grupos dirigentes; a la acción sutil de las organizaciones que sirven a intereses supranacionales; a los empréstitos que, bajo la forma de «ayudas», atan cada vez más a los países dependientes. Es decir, se recurrió a cuanto procedimiento fuera útil para los fines de dominación perseguidos.

Ésta ha sido una evolución particularmente notable del sistema imperialista durante casi todo el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. En su transcurso, las espaldas de los trabajadores de los pueblos sometidos — tanto del mundo oriental como del occidental — han sobrellevado, en buena medida, la carga del progreso de las metrópolis imperialistas.

Pero la situación internacional está sufriendo profundas conmociones: los pueblos comienzan a despertar, motivando que los países dependientes se vean obligados a tomar partido frente a dos elecciones:

- Por un lado, elegir entre neocolonialismo y liberación. Para nosotros la elección resultaba obvia y, cuando dijimos que había que construir el «tercer mundo», no hicimos otra cosa que dar un nombre y un sentido al camino de liberación elegido.

- Por el otro, se presenta la elección entre capitalismo y comunismo como opciones inevitables.

Nosotros percibimos el error de considerar como únicas alternativas a dos posiciones extremas que han servido para la dominación. Así surgió la «tercera posición».

Venimos sosteniendo estos conceptos desde hace tres décadas. Consecuente con ellos, Argentina inició un proceso de cooperación latinoamericana para lograr la liberación. Ya la idea de comunidad latinoamericana estaba en San Martín y Bolívar: ellos sembraron las grandes ideas y nosotros hemos perdido un siglo y medio vacilando en llevarlas a la práctica.

Ahora, para corregir el rumbo que equivocadamente tomamos, debemos profundizar, entre otros lazos de unión, la línea de los tratados de complementación económica que, como el firmado en Santiago de Chile hace 25 años entre este país y la Argentina, estén abiertos a la adhesión de los demás países del área con la finalidad de alcanzar una integración económica sudamericana. 7

Este proceso arroja algunas enseñanzas que es conveniente no desaprovechar en nuestra acción futura. Podemos sintetizar tales enseñanzas en las siguientes consideraciones:

Unión latinoamericana. Cada país participa de un contexto internacional del que no puede sustraerse. Las influencias recíprocas son tan significativas que reducen la posibilidad de éxito en acciones aisladas. Es por eso que la comunidad latinoamericana debe retomar la creación de su propia historia, tal como lo vislumbró la clarividencia de nuestros libertadores, en lugar de conducirse por la historia que quieren crearle los mercaderes internos y externos.

Lo repito una vez más: el año 2000 nos encontrará unidos o dominados.

Nuestra respuesta contra la política de «dividir para reinar» debe ser la de construir la política de «unirnos para liberarnos».8

Reacción imperialista. Tenemos que admitir como lógica la acción de los imperialismos en procura de evitar que la unión de nuestros países se realice, ya que ello es opuesto a sus intereses económicos y políticos. En consecuencia, debemos admitir que la lucha es necesaria. Pero nosotros también aprendimos a reducir el costo social de la lucha, porque luchamos por la idea y a través de ella.

Verdad y justicia. Puede discutirse mucho acerca de si existe o no determinismo histórico. Pero yo tengo, al menos, la certeza de que existe una constante en el hecho de que el hombre tiene sed de verdad y justicia, y de que cualquier solución de futuro no podrá apartarse del camino que las satisfaga.

Trabajar con los pueblos. Para tener éxito en esta empresa, lo esencial reside en trabajar con los pueblos y no simplemente con los gobiernos; porque los pueblos están encaminados a una tarea permanente y los gobiernos, muchas veces, a una administración circunstancial de la coyuntura histórica.

Fin de las oligarquías y burguesías. La historia muestra, también, que está terminando en el mundo el reinado de las oligarquías y las burguesías, y que comienza el gobierno de los pueblos. Con ello, el demoliberalismo y su consecuencia, el capitalismo, están cerrando su ciclo. El futuro, realmente, es patrimonio de los pueblos.

La brecha tecnológica. Las diferencias que nos separan de las grandes potencias han sido ahondadas por la brecha tecnológica. Debemos, entonces, desarrollar tecnología. Pero ello exige una mínima dimensión económica que sólo pocos países del «tercer mundo» pueden elaborar sobre la base del esfuerzo nacional. Además, tampoco podrán abarcar la totalidad de la gama tecnológica.

Ésta es otra de las causas que exigen la unión de los países que quieren liberarse.

Falsas virtudes de los extremos. Hemos aprendido también que «occidental y cristiano», «occidental y libre», «capitalista y creativo», «comunista e igualitario» son, muchas veces, asociaciones declamatorias. Sabemos que, en ambos sentidos, las falsas virtudes de un extremo fertilizan la potencia del otro extremo, y que no debemos seguir admitiendo que la tarea se reduzca a enfrentar a los dos modelos extremos. Es ésta otra razón que justifica la creación de nuestro Modelo propio.

Acercamiento de los extremos. Los extremos se tocan cada vez más. En efecto, mientras en las economías capitalistas es creciente el grado de intervención del Estado y el contenido de sujeción de la libertad individual a formas programadas superiores; por el otro lado, en algunas economías colectivistas se introduce el beneficio como motor de incitación para incrementar la eficiencia.

La cruel realidad de los imperialismos. Cuando se expresaba, hace algunos años, que «el imperialismo no perdona», se estaba también afirmando que ningún imperialismo perdona. La experiencia de la década del 60 ha sido suficientemente dura en estos aspectos, y el mundo aprendió mucho de [ella]. 9 Las invasiones militares en que los dos imperialismos han incurrido en los últimos 15 años, 10 a contratiempo de la historia, han constituido un poderoso factor para que el «tercer mundo» asuma la necesidad de su autodefensa. Además, esto evidencia la creación de un derecho no escrito, en el plano mundial, que fortifica los principios de autodeterminación y de no intervención de los pueblos. Ello tendrá, tarde o temprano, que encontrar el eco adecuado en las Naciones Unidas para que [éstas]11 adquieran un efectivo poder de arbitraje.

Autodestrucción de los imperios. Las coaliciones imperialistas no impiden que se cumpla una constante histórica: los imperios se autodestruyen. Ya están a la vista algunos signos que delatan una seria pérdida de la capacidad hegemónica en los imperialismos hasta ayer dominantes.

Complicidad de sectores internos. Surge también una experiencia importante para nuestros países: hay sectores internos cuyos objetivos coinciden con los de los imperialismos. Obviamente, la capacidad de decisión de estos sectores debe ser debilitada o anulada.

Imperialismo y «tercer mundo». La dinámica mundial no obedece sólo a los designios de los poderosos. Ahora responde a una articulación que encuentra imperialismos por un lado y «tercer mundo» por el otro. Repito que, en este aspecto, las ideologías van siendo superadas por las necesidades de la lucha por la liberación.

El tipo de democracia. No siempre los países han definido con exactitud la democracia que desean, ni han calificado la democracia en la cual viven. Hemos aprendido que ocultar el tipo de democracia que se quiere, constituye la mejor manera de preservar el tipo de democracia que quieren los demás.

El egoísmo y la sociedad competitiva. En el transcurso del tiempo, hemos venido progresando de manera gigantesca en el orden material y científico; pero veinte siglos de cristianismo parecen no haber logrado suficientemente, hasta ahora, la superación del egoísmo como factor motriz del desarrollo de los pueblos. La sociedad competitiva es su consecuencia.

Esto arroja luz sobre el hecho de que la cooperación y la solidaridad son elementos básicos a considerar en el futuro.

El materialismo. El pragmatismo ha sido motor del progreso económico. Pero también hemos aprendido que una de las características de este proceso ha sido la de reducir la vida interior del hombre, persuadiéndolo de pasar de un idealismo riguroso a un materialismo utilitario. El mundo debe salir de una etapa egoísta y pensar más en las necesidades y las esperanzas de la comunidad. Lo que importa hoy es persistir en ese principio de justicia para recuperar el sentido de la vida y para devolver al hombre su valor absoluto.

Necesidad de una ética. La historia nos indica que es imprescindiblemente necesario promover la ética individual primero, desarrollar después la consecuente conducta social y desprender, finalmente, de ellas la conducta económica. La libertad se instala en los pueblos que poseen una ética y es ocasional donde esa ética falta.

Pensamiento y acción. No puede haber divorcio alguno entre el pensamiento y la acción, mientras la sociedad y el hombre se enfrenten con la actual crisis de valores, acaso una de las más profundas de cuantas se hayan registrado. Es posible que el pensamiento haya perdido, en los últimos tiempos, contacto directo con las realidades del devenir histórico. Pero es cierto, también, que ha llegado «la hora de los pueblos» y que ella exige «un pensamiento en acción».

El imperativo de la comunidad organizada. Es por esto que las grandes alternativas que presenta la historia a nuestro país terminan deduciéndose y no postulándose. Como deducción de la experiencia que viene de la historia, cada día se ahonda más el imperativo moderno de la comunidad organizada como punto de partida de toda idea de formación y consolidación de las nacionalidades.

«Tercer mundo» y «tercera posición». Asimismo, se deduce la consolidación del «tercer mundo» y la «tercera posición» como resultantes históricas definidas. La «tercera posición» como unidad conceptual, y el «tercer mundo» como entidad política.

Sectarismo y liberación. Finalmente, la más importante de las enseñanzas es la revelación de que los sectarismos no nos conducirán jamás a la liberación. Las diferencias de ideas son positivas en tanto estén abiertas a una confrontación sincera y honesta en busca de la verdad. Encerrarnos en nuestras ideas y procurar imponerlas por el peso de una fuerza circunstancial significaría caer en el mismo error por el que han transitado aquéllos a quienes hoy enfrentamos.

2. La situación histórica argentina

Si queremos realizar entre todos un proyecto del país que anhelamos, creo necesario tomar previamente conciencia de nuestra situación actual. Por ese motivo, haré una breve reseña de la evolución histórica argentina en los diferentes ámbitos.

En el ámbito político

En nuestro país se han dado dos procesos paralelos, íntimamente interrelacionados, que el advenimiento del gobierno popular 12 está frenando decididamente: una creciente intervención externa y una vacilante política interna.

La intervención externa fue cambiando de forma a lo largo del tiempo, consistiendo sus últimas exteriorizaciones en condicionamientos impuestos a nuestra libertad de decisión.

Por su parte, la [vacilante]13 política interna fue influida principalmente por los siguientes factores:

- Las plataformas políticas no siempre definieron fines conjuntamente con los medios para alcanzarlos. Esto trajo como consecuencia que los ciudadanos carecieran de la información completa para ejercer su derecho al voto y a la crítica constructiva de los actos de gobierno.

- Se pretendió diluir el poder del Justicialismo, acudiéndose a sistemas como el de la representación proporcional, estimulando el aumento de partidos políticos y limitando la relevancia de cada uno de éstos.

- La proscripción se utilizó para contrarrestar la vigencia de los grandes movimientos nacionales.14

- La violencia fue ejercida para reprimir las corrientes que luchaban por un proceso transformador.

- El concepto de democracia pocas veces fue debidamente especificado con la claridad suficiente para que el pueblo supiese de qué se trataba.

- El nacionalismo fue declamado al tiempo que se destruía lo autóctono y se copiaban apresuradamente moldes extranjeros reñidos con nuestra idiosincrasia.

- La participación externa en las decisiones que afectaban al país fue creciendo consciente e inconscientemente.

Sin embargo, los valores permanentes afloran siempre. En el pueblo argentino estaba latente el sentimiento de independencia nacional lo que, tarde o temprano, habría de provocar el enfrentamiento contra la distorsión del contenido social de la democracia y contra la tendencia a la desnacionalización progresiva. La historia se encarga de formular una severa advertencia a quienes pretenden debilitar la vigencia de los valores permanentes de un pueblo. El intento de desvío no hace sino demorar el progreso de la nación, pero no logra impedir esa realización que lleva consigo la supresión de cuanto obstáculo se le interponga.

En nuestra patria, siguiendo el proceso natural de maduración política, fue aumentando la participación de los ciudadanos en las urnas. Con ello, las elecciones han adquirido un significado de legitimidad distinto al de legalidad: hoy, una elección legalmente realizada pero con alta abstención —cualquiera sea la forma de tal abstención— es legal pero no otorga un poder legítimo. La legitimidad viene del pueblo en su totalidad, y no solamente de aquella parte del pueblo que acepta reglas del juego que, como la proscripción, restringen la voluntad popular. Voto con proscripción puede otorgar legalidad; pero legitimidad, nunca.15

Crecieron también la sensibilidad y la capacidad política, al impulso de la mayor participación del ciudadano. Pero esta mayor capacidad de intervención política de la ciudadanía, más allá de su participación en las urnas, fue bastante mal usada. Se pusieron frente a ella los árboles que no dejaron ver el bosque. Se saturó el panorama político nacional con cuestiones menores, y el ciudadano no llegó a formarse una concepción general de la problemática nacional que abarcara suficientemente todos los campos de sus actividades.

Así, el pueblo fue comprendiendo que no debía permanecer indiferente ante los problemas políticos nacionales y adoptó la decisión de ser protagonista de su historia, rompiendo con los esquemas tradicionales que intentaron relegarlo a la simple condición de espectador.

El «cambio» ya no consiste en una abstracción vacía. El pueblo todo quiere conocer el signo, el sentido y el contenido preciso de esa expresión. Es que el pueblo advierte con claridad que si el cambio no es nacional, no responderá a sus reales necesidades.

Finalmente, cabe una reflexión relativa al poder de decisión: a lo largo de nuestra historia dicho poder se ha ido conformando, [pero fue tejiéndose a su alrededor] una red de compromisos políticos que responden a diferentes intereses.16  Tales intereses pueden ser internos o externos. Si las alternativas son neocolonialismo o liberación, y si hemos optado por la liberación, el ajuste de ese poder es indispensable para lograr que responda a nuestros intereses.

En lo político, liberación significa tener una nación con suficiente capacidad de decisión propia, en lugar de una nación que conserva las formas exteriores del poder pero no su esencia. La nación no se simula. Existe o no existe.

En síntesis, el problema actual es eminentemente político, y sin solución política no hay ninguna solución para otros sectores en particular.

En el ámbito económico

El país ha producido siempre en función del beneficio, sin disciplinar cabalmente su producción en función de las necesidades esenciales de la población. Es indudable que se perdió tiempo y que los recursos no fueron convenientemente utilizados. Sin embargo, en la actualidad tenemos un ingreso por habitante razonablemente elevado y, además, el país se está industrializando aceleradamente. Esta realidad me permite afirmar que no somos un país subdesarrollado.

La distribución del ingreso familiar no es aún la más adecuada y mucho debe hacerse para vigorizarla. En realidad, hacia 1955 se había llegado a un nivel en la distribución y en la participación del salario en el ingreso nacional que satisfacía las necesidades de la población.

Desde allí las soluciones económicas siguieron a las soluciones políticas [que no contemplaron las necesidades del pueblo] y la participación del salario en el ingreso disminuyó.17 18

Es imposible mantener una distribución socialmente aceptable si las decisiones económicas no acompañan a la política social que se desea imponer. Cuando las decisiones económicas siguen un patrón inadecuado, la distribución del ingreso queda subordinada al mismo, más allá de los buenos deseos de cualquier gobierno. En consecuencia, lo que llamamos «justicia social» también requiere, para su materialización, efectiva participación del gobierno y elevada eficiencia en el mismo.

Se produjo, por otra parte, un decisivo retroceso en el terreno de las decisiones económicas. Hasta 1943, con industrialización incipiente, dichas decisiones estaban adaptadas a los intereses del campo. Buscamos establecer un sano equilibrio para promover la industrialización y una organización del poder de decisión para nuestro sector industrial. En 1955 no se había alcanzado a afirmar la existencia de un empresariado industrial argentino como factor contribuyente al desarrollo nacional, pero se estaba en el camino. Desde entonces la industria creció con alto apoyo externo; pero el capital extranjero se concentró, en gran medida, en el aporte tecnológico y, también, en la compra de empresas existentes en el país.

Debemos tener en claro que lo esencial, con respecto a los objetivos que debe perseguir una actividad radicada en el país, es que éstos deberán atender tanto al aporte de la economía nacional como al beneficio del empresario. Esto debe definir una conducta coherente respecto de los intereses nacionales y los del empresariado. Pero si se trata de obtener máximos beneficios consolidando intereses que están en el exterior, los aportes a la economía nacional se alejarán considerablemente de lo que resulta conveniente para el país. En esta materia no basta con lograr soluciones apresuradas para las grandes cuestiones, pensando que todo lo demás ha de resolverse por sí solo. No basta tampoco con elaborar soluciones a medias, tomando decisiones sobre [inversiones externas]19  sin establecer claramente la actividad en la cual han de insertarse. Hay que establecer políticas diferenciales, en todos los campos, y fijar con precisión suficiente la forma de preservar los objetivos nacionales.

También se comprueba que no hubo una conciencia adecuada sobre la utilización de los recursos financieros del país, por cuanto no se alcanzó a determinar con claridad si la masa de capital interno disponible posibilitaba el desarrollo y la expansión, o si era necesario su [incremento]20  con el aporte de capital extranjero para alcanzar tales objetivos.

Igualmente es necesario tener en cuenta que no existe similitud entre concentración de capital y concentración empresarial. Eso debe conducirse armoniosamente, de acuerdo con las reales necesidades nacionales.

Analizando el proceso, se ve —entre otro tipo de problemas— que cuando una sociedad incrementa el grado de sofisticación del consumo, aumenta a la vez su nivel de dependencia. Esto es, en gran medida, lo que ocurrió entre nosotros. Por un lado, el ciudadano se ve forzado a pagar por la tecnología de lo banal; por otro, el país gasta divisas en consumo innecesario.

Pero, a la vez, es impostergable expandir fuertemente el consumo esencial de las familias de menor ingreso, atendiendo sus necesidades con sentido social y sin formas superfluas. Ésta es la verdadera base que integra la demanda nacional, la cual es motor esencial del desarrollo económico.21

El proceso económico ha mostrado, además, que el país acumula más ahorro del que usa. En otras palabras, que lo que gana con sus exportaciones, excede a lo que necesita gastar a través de sus importaciones y otros conceptos. No obstante ello, tal posibilidad fue insuficientemente explotada ya que, a la par de incrementar la deuda pública, no se logró el desarrollo nacional requerido por el país.

Tuvimos todo tipo de experiencias en este sentido y ahora, entre otras cosas, sabemos combatir establemente un mal como la inflación: ello se consigue sólo cuando hay capacidad política para usar el remedio natural dado por una política de precios e ingresos.

Es evidente que las «recetas» internacionales que nos han sugerido bajar la demanda para detener la inflación, no condujeron sino a frenar el proceso y a mantener o aumentar la inflación.

En esta cuestión, no se acertaba con la solución adecuada. Por épocas se bajó la demanda pública a través de la contención del gasto — olvidando el sentido social del gasto público — ; se bajó la demanda de las empresas a través de la restricción del crédito —olvidando también el papel generador de empleo que desempeña la expansión de las empresas — ; y se bajó la demanda de los trabajadores a través de la baja del salario real. Pero, como al mismo tiempo no se adoptaban las medidas para que todos participaran en el sacrificio, en definitiva fueron las espaldas de los trabajadores las que soportaron el peso de estas políticas de represión de demanda para combatir la inflación, que el país aceptó y que repitió aunque su ineptitud quedó bien probada por la propia historia.

Es ésta una experiencia muy importante derivada de nuestro proceso; y, puesto que necesitamos evitar la inflación para seguir adelante con auténtica efectividad, debemos tenerla permanentemente en cuenta.

Por otra parte, se puede ver que hubo una insuficiente utilización de recursos, especialmente del recurso humano que ha sido deficientemente incorporado en los últimos lustros, de acuerdo con la evidencia surgida de las tasas de desempleo. Lo mismo aconteció con el recurso formidable que significa el capital intelectual científico y técnico nacional, emigrando por falta de oportunidades de trabajo en el país.22

A esto se llegó por carecerse de planificación ya que, cuando se planifica adecuadamente, puede lograrse una utilización total de los recursos disponibles. Para que la planificación sea efectiva no bastan los planes de mediano o largo plazo. Las decisiones concretas de política económica requieren también planes de corto plazo, que deben ser los reales propulsores de la actividad. Es a través de ellos que la coyuntura puede ser manejada en función de su verdadero valor de instrumento para conducir la economía en el mediano y largo plazo.

Realizada la planificación en tales términos, es posible actuar realmente con la eficiencia necesaria para lograr la mayor parte de la expansión física que el país debe producir año a año.

En gran medida, en los últimos lustros nos hemos manejado con nombres y no con programas; y — salvo en algunos períodos que deben ser rescatados por la seriedad de conducción — la política que resultó, ha sido de neto corte liberal. La conducción en el campo económico [sólo] está en excelentes condiciones para alcanzar sus objetivos cuando su contexto aparece definido en programas de acción claramente concebidos. En última instancia, la experiencia de lo que hace a la planificación en este campo es también definitiva: el gobierno en lo económico no tiene otra forma de conducirse. La planificación es consecuencia necesaria de la organización e instrumento para la conducción concreta.

En el ámbito social

En materia social, nuestro proceso ha sido muy significativo y aporta experiencias de cambio realmente aleccionadoras.

Veamos separadamente los distintos aspectos de esta cuestión.

Características socio-demográficas generales:

Las características socio-demográficas básicas de nuestro país son bien conocidas:

- Escasa población, frente a su dilatada extensión;

- Tasas bajas de crecimiento vegetativo;

- Alta esperanza de vida;

- Concentración urbana con macrocefalia del área metropolitana;

- Alta tasa de alfabetización con elevada deserción escolar;

- Ausencia de conflictos raciales o religiosos;

- Amplia difusión de los medios de comunicación masivos, con limitaciones en cuanto a su calidad intrínseca;

- Nivel elevado de salubridad, pero con desequilibrios regionales que se verifican en [la] tasa de mortalidad infantil, que aún es elevada, etc.

La movilidad social y los líderes

La movilidad social fue y sigue siendo alta en el país. El hijo del trabajador más modesto puede llegar a ser presidente de la República. No son muchas las sociedades que, en el mundo, ofrecen esta posibilidad. Sin embargo, en la práctica, se obstaculizó reiteradamente esta movilidad. Los líderes naturales encuentran un camino difícil: hay una maquinaria aplastante que cuesta mucho desmontar.

La supuesta igualdad de oportunidades ha sido determinada, en ciertas circunstancias, por la capacidad económica, de la cual siguen dependiendo, en gran medida, las posibilidades de formación.

La misma forma de emerger de muchos líderes no ha asegurado una alta calidad de liderazgo en todos los casos. Así se comprende que haya existido cierto «elitismo», en la medida en que el grupo que tenía poder, oportunidad o influencia, se autoidentificaba como más apto para imponer su voluntad a los demás.

Por otra parte, durante casi dos decenios funcionaron mecanismos que coartaron la posibilidad de expresión de los líderes que se mantuvieron fieles a las concepciones doctrinarias existentes hasta 1955. En este terreno, se echó mano de la discriminación directa. Por lo demás, el proceso montó sistemas de promoción que, en grado apreciable, dependieron de la adscripción ideológica de los líderes a las pautas políticas del ámbito liberal dominante por entonces.23

En consecuencia, no puede asegurarse que todos los liderazgos hayan surgido de los dos requisitos fundamentales requeridos: vocación de servicio al país y capacidad.

Para no caer en la trampa liberal, en el futuro deberá emprenderse con inteligencia y honestidad la formación de líderes, particularmente para que los líderes intermedios en los campos políticos y sociales completen su información y cultiven sus valores personales en forma metódica y sistemática.

El mismo mecanismo de promoción de líderes tiene que asentarse, en todos los cuerpos políticos y sociales, sobre una verticalidad institucionalizada que transporte la corriente de poder desde la base.

De este modo, el líder resulta un verdadero conductor, con mandato real y capacidad probada por el pueblo, del cual, además de representante, debe ser intérprete auténtico y permanente.

La familia

Una de las experiencias más fecundas que surgen de nuestro proceso, es el hecho de que la sociedad argentina ha sabido preservar a la familia como célula social. Es claro que hay fisuras inevitables cuando los cambios son demasiado rápidos; y es obvio que la dimensión de las fisuras puede agrandarse en la medida en que el cambio se acelere o asuma una dirección equivocada.

En las sociedades altamente competitivas, devoradas por el consumo, se debilitó el núcleo familiar y aparecieron diversas desviaciones, de las cuales las drogas y el alcoholismo son dos manifestaciones lamentables.

Nuestra patria todavía está a tiempo de preservar a la familia, ya que [si bien no todas han podido conservar su integridad ante la agresión externa motivada por el sistema liberal, afortunadamente, la mayor parte de ellas ha salvado firmemente su contextura.]24

Medios de comunicaciones masivos y promoción del consumo

Los medios de comunicaciones masivos se incrementaron pese a ser sometidos a restricciones selectivas que respondían a los intereses de las filosofías dominantes. Así, dichos medios se convirtieron en vehículos para la penetración cultural.

El país debe establecer principios específicos y claros no sólo en lo referente al nivel de intercambio socio-cultural con el exterior, sino también respecto de cuáles han de ser las condiciones para salvaguardar la identidad cultural argentina.

Por otra parte, es interesante observar lo que sucede con la comunicación de los grupos postergados o aislados de la sociedad, como en la práctica aconteció con el Movimiento Justicialista durante casi 20 años. La respuesta no dejó lugar a dudas: cuando se conserva una profunda fe en ideas y valores, la coerción externa no puede impedir que se desarrollen mecanismos informales de comunicación directa. Puede [ella] destruir los medios formales, pero no puede hacer lo mismo con aquéllos cuya energía de transmisión de información nace del poder de la ideología del grupo.

La opinión pública del país está lo suficientemente preparada para criticar las informaciones que recibe. En algunos sectores sociales se pensó que esa opinión había sido confundida con información tendenciosa; pero no fue así. A pesar de que prácticamente los dos tercios de la opinión ciudadana soportó décadas de prédica destructiva, mantuvo una monolítica unidad de convicción.25

No es posible «vender» ideas al pueblo. Menos aún cuando, como en nuestro caso, se concentra en él una incontenible sed de verdad.

En otro orden de cosas, se ha buscado promover actitudes profundamente negativas, incrementando artificialmente un consumo voraz de productos inútiles.

Directos responsables de esta situación han sido quienes instrumentaron los medios de comunicación masivos para aniquilar la conciencia del pueblo.

Es decir, se procuró motivar un consumo prescindible, excitando los sentidos.

Ese sistema es incompatible con la forma nacional y social a la que aspiramos, en la que el hombre no puede ser utilizado como un instrumento de apetitos ajenos sino como punto de partida de toda actividad creadora.

No se puede ignorar que el sistema empleado incrementa la demanda de bienes, provocando una actitud competitiva que incita al aumento de eficiencia.

Es evidente, además, que ambos factores conjugados constituyen el impulso del progreso económico.

Pero una cosa es el progreso económico y otra, muy diferente, es el desarrollo social del país en pro de la felicidad del hombre que lo integra.

Es por eso que será necesario corregir ciertas pautas de consumo que no responden a las reales necesidades de nuestro pueblo. Éste necesita liberarse de los moldes prefabricados que hacen de la exhibición de bienes una cuestión de prestigio, premiando, inclusive, diversas formas de parasitismo social.

Precisamente, el consumo artificialmente estimulado — unido a la mentalidad competitiva — ha actuado como factor desestimulante de determinaciones fundamentales de la creatividad del hombre, como son, por ejemplo, la ciencia y el arte.

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  • 7Se refiere al Acta de Santiago, suscripta 21 de febrero de 1953, por la cual los presidentes de Argentina y Chile (General Ibáñez del Campo) se comprometieron a suscribir el tratado que dejara constituida la Unión Económica entre ambos países dentro de los ciento veinte días. En el artículo 4 o de dicho acuerdo se invitaba a terceros países (de América Latina) a adherirse al mismo.
  • 8Con este espíritu, 17 años después, el 26 de marzo de 1991, se firmaría el Tratado de Asunción que daría origen al MERCOSUR y que estableció “La libre circulación de bienes, servicios y factores productivos entre países, el establecimiento de un arancel externo común, la libre circulación de personas y la adopción de una política comercial común, la coordinación de políticas macroeconómicas y sectoriales entre los Estados partes y la armonización de las legislaciones para lograr el fortalecimiento del proceso de integración”. El MERCOSUR es un bloque integrado por Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela, y que tiene como países asociados a Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú.
  • 9En el original CD: “ellos”.
  • 10Se refiere al período 1960-1974.
  • 11En el original: “ésta”.
  • 12Referencia al gobierno del frente electoral hegemonizado por el peronismo (el FREJULI) que se hizo cargo de los destinos del país a partir del 25 de mayo de 1973, primero bajo la presidencia del doctor Héctor Cámpora, luego de Raúl Lastiri y, finalmente, a partir del 12 de octubre de ese mismo año, de la del propio teniente general Juan Domingo Perón.
  • 13En el original CD: “vacilación”.
  • 14El peronismo fue total o parcialmente proscripto, según los períodos, entre 1955 y 1973. Perón estuvo prohibido y exiliado durante todos esos años. Ser peronista fue considerado un delito por el Decreto 4145/1956 del gobierno de facto de la “revolución libertadora”.
  • 15En esa etapa, en la que el peronismo fue proscripto tanto por las dictaduras militares (Lonardi, Aramburu, Onganía, Levingston, Lanusse) como por los gobiernos «semidemocráticos» (Frondizi, Guido, Illía), se lo obligó a la abstención electoral o a votar en blanco, y estimuló la aparición de deformaciones partidarias como el llamado neoperonismo (o “peronismo sin Perón”).
  • 16En el original CD: “tejiéndose una red de compromisos políticos que responden a diferentes intereses”.
  • 17El agregado entre corchetes tiene por objeto clarificar una redacción confusa del original CD, porque no coincide con un concepto que Perón expresó reiteradamente: el predominio de la política por sobre la economía. En el original se lee: “Desde allí las soluciones económicas siguieron a las soluciones políticas y la participación del salario en el ingreso disminuyó”.
  • 18En 1955 los trabajadores habían llegado a participar en un 53% en el producto bruto interno. Este valor disminuyó progresiva y permanentemente a partir de ese año, desde el derrocamiento del peronismo, y sólo volvió a alcanzarse rápidamente en 1974 con el regreso de Perón al gobierno. Luego, muy particularmente después de 1976, este porcentaje decayó abruptamente a menos de la mitad, acompañando el acelerado proceso de concentración económica que caracterizó a las políticas de la dictadura cívico militar. En la última década (2005-2015) se revirtió completamente ese proceso y se alcanzó un sostenido pico de crecimiento de la participación de los trabajadores en el PBI alcanzándose nuevamente un valor cercano al 49%.
  • 19En el original CD “inversión externa”, no concuerda con el plural “han”.
  • 20En el original: “incrementación”.
  • 21Debieron pasar 35 años para que, por decreto del Poder Ejecutivo Nacional No 1602 del 29 de octubre de 2009, se creara el seguro social de la Asignación Universal por Hijo (AUH) que otorga a personas desocupadas, que trabajan en el mercado informal o que ganan menos del salario mínimo, un beneficio para cada hijo menor de 18 años o con alguna discapacidad. A partir de mayo de 2011 esta prestación se complementó con la Asignación Universal por Embarazo (AUE), que beneficia a madres que estén en las doce o más semanas de gestación. Y también con el Plan Progresar (Programa de Respaldo a Estudiantes de Argentina), una asignación para jóvenes de 18 a 24 años que no trabajan, trabajan informalmente o tienen una remuneración menor al salario mínimo vital y móvil —y su grupo familiar está en iguales condiciones— para iniciar o completar sus estudios en cualquier nivel educativo, para acceder a cursos de introducción al trabajo y a cursos de formación profesional en instituciones reconocidas por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social y/o el Ministerio de Educación.
  • 22Esta “drenaje de inteligencias” ha sido habitual en nuestro país, hasta la puesta en marcha del Programa RAÍCES (Red de Argentinos Investigadores y Científicos en el Exterior). En los doce años que lleva funcionando (fue creado en el 2003, y es ley desde el 2008) se logró la repatriación de más de 1100 investigadores. El programa depende de la Dirección Nacional de Relaciones Internacionales del Ministerio de Ciencia.
  • 23Se refiere al citado mecanismo, aplicado sistemáticamente entre 1955 y 1973, de la proscripción partidaria y/o de la prohibición de poder acceder a las candidaturas por parte de quienes habían ocupado cargos en cualquier nivel durante la gestión de los gobiernos peronistas.
  • 24En el original CD: “... ya que no todas han conservado su integridad ante la agresión externa motivada por el sistema liberal. Pero afortunadamente, la mayor parte de ellas ha salvado firmemente su contextura”.
  • 25El decreto ley 4161 aprobado el 5 de marzo de 1956 (durante la dictadura de la autodenominada “revolución libertadora”) imponía una pena de 30 días a 6 años de prisión y multas de $500 a 1.000.000 a quienes infringieran la prohibición de “la utilización, con fines de afirmación ideológica peronista, efectuada públicamente, o propaganda peronista, por cualquier persona, ya se trate de individuos aislados o grupos de individuos, asociaciones, sindicatos, partidos políticos, sociedades, personas jurídicas públicas o privadas, de las imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas, artículos y obras artísticas, que pretendan tal carácter o pudieran ser tenidas por alguien como tales, pertenecientes o empleados por los individuos representativos u organismos del peronismo. Se considerará especialmente violatoria de esta disposición la utilización de la fotografía retrato o escultura de los funcionarios peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes, las expresiones “peronismo”, “peronista”, “ justicialismo”, “justicialista”, “tercera posición”, la abreviatura PP, las fechas exaltadas por el régimen depuesto, las composiciones musicales «Marcha de los Muchachos Peronista» y «Evita Capitana» o fragmentos de las mismas, y los discursos del presidente depuesto o su esposa o fragmentos de los mismos”.

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