Un poco más sobre las TICs y la pandemia
teletrabajo

Me quedaron algunas cosas colgadas de la semana pasada. Vamos a ver si podemos ampliar un poco y redondear.

La verdad que no se muy bien que título ponerle a estas cosas: teletrabajo, pandemia, tecnología, trabajo, robots, economía, desigualdad y coso. Esas son las palabras que me vienen a la mente.

Todo está demasiado interrelacionado y, seguramente, hace falta una mente mucho más grande que la mía para comprender la actualidad que estamos viviendo y acercar alguna idea del futuro que nos espera.

Voy a empezar, brevemente, por algunas cosas que podríamos denominar Cuestiones Técnicas

No pude hablar mucho de Nextcloud la semana pasada, pero está escrito en la columna anterior. Búsquenlo.

No recuerdo si alcancé a mencionar el tema de que ARSAT generó sus propios servidores de videoconferencia con Jitsi, pero también está en la columna anterior. No sean fiacas y lean.

Les comento entonces un poco de Moodle. Una aplicación específicamente diseñada con propósitos educativos.

Es muy potente y se pueden dar contenidos de cursos completos de los mas diversos niveles por medio de ella. También es software libre. Hola ¿ministerio de educación? ... Fijate que onda.

Sigo con OpenVPN. Para empezar: ¿qué es una VPN o Red Privada Virtual? Digamos que es como un cable virtual construido sobre Internet que nos permite integrarnos a una red privada. ¿A quien le sirve y para que se usa? Bueno, sirve para múltiples cosas, pero si una PYME quiere que sus empleados puedan utilizar los recursos de su red, el sistema de facturación, etc, este es el mecanismo para conectarlos de forma privada. Bueno OpenVPN hace eso, y también es software libre.

Por último, un truco para todos los que navegamos por Internet sin importar para qué:

¿Estas cansado de que te martillen el cerebro con propagandas invasivas cuando navegás?

¿Preocupado por la invasión constante a la privacidad y el seguimiento que te hacen desde todas las aplicaciones?

Bueno. Te presento a Brave. Un navegador web ultra rápido, que te bloquea todas las propagandas de todos los sitios web y, si querés ver alguna publicidad, te paga. Si, te paga. Y no te invade para nada.

Y si querés lo podés combinar con el buscador Duck Duck Go, que es equivalente al Google pero que tampoco tiene publicidad y además no te espía.

Pero terminemos con esta enumeración de aplicaciones que sirven para diversas cosas y vamos a lo importante: ¿que hacemos con todo esto? ¿Cómo será el mundo de acá en más?

Hay cuestiones políticas y económicas de peso que deben ser pensadas.

La Argentina es, a mi entender, un país muy raro y por cierto maravilloso. Podría recordar anécdotas varias de “inventos” que utilizamos en diversas oportunidades para sobrevivir: logramos desarrollar el modo de recargar los encendedores descartables, de recargar el tonner y los cartuchos de tinta de la impresoras, que por ejemplo, en el 2001, no podíamos comprar. Creamos pseudo monedas, el trueque… en fin. Hemos sobrevivido a varias crisis gracias al ingenio y la inventiva popular.

En cuanto nos dejan, y nos dan la menor oportunidad, resolvemos, casi sin recursos, todo tipo de problemas.

En estas horas, nuestros científicos, terriblemente maltratados por el neoliberalismo imperante en el nefasto período macrista, están produciendo milagros. Entre otros, un test para diagnosticar el coronavirus, cosa que sólo producen un puñado de países. Y encima es más rápido, fácil de usar y de menor costo. Pensemos: ¿ de donde salieron estos científicos? De un modelo educativo y social que es tan nuestro que nos resulta invisible y que debemos hacer lo imposible para mejorar y que perdure.

Pero, para que ciertas cosas prosperen y no sean sólo insólitos momentos de inspiración, es necesario que haya cambios estructurales importantes.

Creo que tenemos la capacidad para generar un ecosistema digital nacional y popular. Hay con quien. Hay con qué. Es necesario hacerlo para acrecentar nuestra independencia tecnológica. Es importante que podamos reflexionar sobre estos temas.

Realmente no se como será el mundo que viene y dudo mucho que me guste. Pero las cosas suceden y las debemos afrontar.

Aunque dejemos de darle cuerda o ponerle pilas al reloj, el tiempo no se detiene.

Hace cuatro o cinco décadas que llegaron las tecnologías de la información y la comunicación. Y llegaron para quedarse. Hace cuatro o cinco meses que el COVID-19 llegó al mundo. Es posible que aunque el “bicho” desaparezca o sea controlado, algunos cambios en la vida cotidiana de miles de millones de personas hayan llegado para quedarse.

Esta pandemia terminará, de un modo u otro. Pero, ¿que hacemos con la próxima?

¿Alguien se puede imaginar al mundo entero parado 3 o 4 meses cada año?

¿Alguien se puede imaginar las consecuencias en la economía y en la sociedad de estos parates?

En este momento me parece importante señalar que se trata de algo sistémico, es decir, que no habrá sector, espacio o actividad que no se vea afectado en alguna medida. Alguien puede pensar: “A mi no me afecta. Yo me dedico a cultivo de plantas ornamentales” o tal vez “reparación de guitarras” o “decoración de tortas de cumpleaños”. Voy a intentar mostrar los eslabones de las cadenas que vinculan cualquier trabajo con el trabajo de todas las otras personas.

Empecemos por un tema simple. Cierran las escuelas. Maestras y maestros haciendo magia para ver como continúan enseñando, niñas y niños sin verse de verdad con sus amigos, madres y padres tratando de ver como contener el descalabro para evitar que llegue a desastre. Mientras tanto, el señor del micro escolar solo puede ver un futuro incierto y la señora del kioskito de golosinas ve cómo se acerca la fecha de vencimiento de los alfajores. Por las dudas, el señor del micro decide dejar para épocas más optimistas la fiesta de cumpleaños que planeaba para su hija chau torta de cumpleaños). La señora del kioskito decide que puede pasarse sin comprar ese helecho precioso que vio la semana pasada (chau plantas ornamentales). Entretanto, el señor del vivero llegó a la conclusión de que no es momento de andar pensando en reparar la guitarra (chau reparaciones de guitarras).

Todo se detiene. Todo está relacionado.

De acuerdo. Ustedes me van a decir que antes o después reabrirán las escuelas, tal vez con menos alumnos por aula. Ahí se va a plantear otro problema gigantesco. Hace unos meses, en diciembre de 2019, se calculó que 22.000 chicos de la ciudad de Buenos Aires no tenían vacantes en las escuelas públicas. ¿Que va a pasar cuando haya que reducir, tal vez a la mitad, el número de chicos por aula? Aritmética básica: la mitad de los chicos que SI tenían vacantes, quedarán afuera un día si y otro no. Eso sin contar a los chicos que, por necesidad económica, dejarán de ir a las privadas y pasarán a engrosar el numero de demandantes de vacantes.

Todo esto hablando de escuelas, no de educación. Es angustiante pensarlo, pero es posible e incluso probable que esta pandemia consolide e incremente la desigualdad. Partirán con ventaja los chicos y chicas que viven en hogares con espacios adecuados para el aprendizaje y acceso al instrumental tecnológico. Esos chicos posiblemente son hijos de padres y madres de un cierto nivel económico, que a su vez es producto de haber alcanzado un nivel educativo que, además, les permite acompañar el proceso de aprendizaje de los chicos en esta instancia. Los chicos y chicas que no disponen de todo eso empiezan con desventaja y las dificultades en el proceso serán objetivamente mayores para ellos. Es decir, a los pibes que la tienen difícil, se les hace todavía más difícil. No sería nada raro que aumente la deserción escolar, con lo cual a mediano plazo se profundiza la brecha y se perpetúa la desigualdad.

Repito: ¿Cuantos chicos y chicas y cuantos maestros y maestras tienen computadora? ¿Cuantos tienen un buen acceso a Internet?

Si el estado no interviene activamente para equilibrar la balanza, el acceso a una buena educación va a ser problemático.

En cuanto al trabajo, las consecuencias de la transformación son impredecibles. Estamos todavía lejos de poder siquiera imaginar algo parecido a una situación estabilizada. Lo que parece claro es que aquellas actividades mano de obra intensivas tendrán que continuar de alguna manera. Eso hasta tanto diseñemos todos los robots que nos hagan falta. Para decorar tortas, por ejemplo. No falta tanto. Y este es otro gigantesco problema con el que antes o después tendremos que enfrentarnos: la robotización de la mano de obra dejará fuera de toda posibilidad de empleo a millones, generando, dentro del sistema capitalista, una paradoja irresoluble: podremos producir eficientemente y a bajo costo todo tipo de objetos que nadie podrá comprar.

En cualquier caso, es posible que en el ámbito laboral también se consoliden y profundicen las desigualdades. Ya sabemos que, por ejemplo en el ciclo que empieza en una planta de tomates y termina en mi ensalada, la mayor parte de las ganancias está en las etapas intermedias. El señor que produjo el tomate gana monedas y a mi me llega al precio que se le da la gana a los intermediarios. También sobrevuela la amenaza sobre las asociaciones de trabajadores, sindicatos y gremios de todo tipo. Yo no se ustedes, a mi me resulta un poco difícil pensar en “estado de asamblea permanente virtual” o “medida de fuerza virtual”.

Hay algo interesante también en lo que hace a los espacios físicos. Creo que ya hablé algo de esto la semana pasada. Lo cierto es que muchos empleadores notarán que en este tiempo solo pagaron el abono de luz y de teléfono, el servicio de limpieza en las oficinas se redujo al mínimo o se canceló por completo y ni siquiera tuvieron que comprar café. Claro, no hay nadie. La conclusión es inmediata: ¿Para qué tener esas oficinas? Las cerramos y ya está. Todo el mundo trabajando desde su casa.

Podría suceder que queden desiertos edificios completos del centro, diseñados y construidos para oficinas.

Quiero acotar, que ya hay propuestas de leyes en el Congreso Nacional, para tratar de regular alguna de estas cosas referidas al teletrabajo. Empezaremos a escuchar hablar de “derecho de desconexión”, de quién paga los recursos (computadora, electricidad, conexión a Internet), en el futuro inmediato.

Insisto, para terminar, en la importancia del rol del estado. Sin un estado presente y decidido a terminar con las desigualdades estructurales que nos aquejan, esta “coronacrisis” nos va a dejar como saldo una profundización de la injusticia. Además, deberíamos tener en claro, que se van a necesitar inversiones importantes por parte del estado y a mi me encantaría que aquellos que nos vienen estafando desde hace décadas sean los encargados de suministrar los recursos. Me refiero a las empresas concentradas en la AEA (Grupo Clarín, Techint, Arcor, etc), principales fugadores de dólares a cuentas offshore, a las energéticas (propiedad de Macri y sus amigos), a los bancos, que no paran de acumular ganancias, a las agroexportadoras. Es momento de reflotar la Junta Nacional de Granos, de una nueva ley de entidades finacieras, de una importante reforma impositiva. Es momento de repartir mejor las cargas ¿no les parece? Es momento de volver a discutir que hacemos con los medios concentrados.

Tiene que haber decisiones políticas fuertes que afecten los intereses de los poderosos. No se puede negociar amablemente con todos todo el tiempo. En algún momento, el Presidente, va a tener que elegir.

Disculpen este borbotón de ideas un tanto disconexas y desorganizadas.

Pero estamos inmersos en una distopía, en un episodio sin parangón en la historia humana. Todo lo que pensemos es poco. Cualquier confusión es posible y yo no estoy exento.

El futuro ya está aquí. Modelarlo es tarea de todos.

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